Colonia y Estado, asuntos separados

Cristina Fernández de Kirchner encabezó el acto político más convocante desde su asunción como vicepresidenta de la Nación. Pese a la lluvia incesante, una inmensa multitud federal concentró en Plaza de Mayo para escuchar a la conductora del movimiento nacional y popular.
Por Candela Dolores
La lluvia amenaza con que el día no sea peronista, pero el sol del veinticinco viene asomando. El colorido no se negocia: pese al día gris, el ingenio popular procura pilotines con bolsas agujereadas verdes, violetas, azules. Hoy no se puede hacer choripán, pero la masividad del movimiento político más grande de la República Argentina no será evitada por la lluvia. No fue magia, aunque Cristina Fernández de Kirchner (CFK) llega al escenario de Plaza de Mayo y para de llover automáticamente. “La derecha, que no para de llorar”, cantaba minutos atrás una columna por Avenida Rivadavia. La postal de ahora es conocida: espacio público desbordado y epicidad pluvial. “La verdad que con esta lluvia… ¿No llueve ahora? Milagro. Dios. Milagro”, dice después de saludar y de agradecer. “Y yo que quería ser una figurita de Billiken”, bromea. Más tarde, en el preciso momento en que hable de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), el diluvio retornará con fiereza.
Fueron inmensas las expectativas que condujeron a la masa a esta “plaza de la Patria”. No faltaron especulaciones en la previa: un anuncio de fórmula o alguna pista sobre potenciales precandidaturas. En redes sociales, se adjudican un hallazgo: una foto de plano medio pecho de Cristina entre Eduardo de Pedro y Sergio Massa. La convocatoria es un síntoma de que, a pesar de las bombas y de los fusilamientos, Ella sigue siendo una militante peronista inclaudicable. No faltan las ráfagas de aire que le piden una tercera presidencia, por más que ya haya declarado que su nombre no estará en una boleta este año. Pero algo circula entre los pocos metros que la separan de un público respetable, compuesto por más de quinientas mil personas, en el primer día de un fin de semana largo a las cuatro de la tarde. Sigue siendo la única dirigenta política con discursos dialógicos y se da el gusto de tirar paredes con el Pueblo en el área. Quien quiera oír, que oiga.
Cuando le tocó ser Presidenta de la Nación, recuperó hasta el cansancio la dimensión histórica de las efemérides patrias. Por eso hoy tiene la altura suficiente como para permitirse homenajear los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner en vez de disertar sobre la Revolución de Mayo. El fervor es máximo para la masa que fue a escuchar a su lideresa. No faltan las puteadas y los empujones entre quienes buscan un pulmón atrás por el poco aire que hay cerca del escenario y quienes quieren acercarse para verla. La prole plebeya es multi etaria y se conmueve al atestiguar que entre los presentes hay bebas, adolescentes, adultas y veteranos que se disponen a reconstruir una democracia herida.
Más Estado
El primer impacto de la narración de Cristina es levantar la bandera de quien fuera su esposo, con gigantesca legitimidad pese a su exiguo apoyo en el escrutinio: “Ese país que recibió aquel presidente patagónico de apenas veintidós por ciento de los votos”. “Y no lo duden que sigue viviendo en el corazón del Pueblo”, destaca. Acerca el índice al pulgar y, con un gesto histriónico, recuerda: “Cuando él llegó, después de la crisis del 2001, el Estado era así de chiquitito”. Y contrasta, gesticulando con ambas manos: “Pero la deuda externa que le habían dejado era así de grande, compañeros”.
Con el escenario de tercios en la mira, les habla a quienes proponen un Estado más pequeño y una voraz libertad de mercado. Ese sistema ya fracasó en el país y Ella rememora cómo era el panorama cuando Néstor arribó a la Casa Rosada para patear el tablero. Estaban privatizadas YPF y Aerolíneas Argentinas, también el correo. “Hasta el espacio radioeléctrico estaba privatizado”, acota. “ANSES tampoco existía”, recapitula antes de enfatizar en que, con la Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), “en la Argentina se jubilaban unos pocos”; y todo eso pese a “la fama de buenos administradores que tienen los privados”. “Jubilarse no era un derecho”, aclara.
En tono sarcástico, la única oradora de la tarde desliza una pregunta retórica: “Si todo estaba en manos de los privados, si todo estaba en manos de los buenos administradores ¿Por qué Argentina debía tanta plata?”. Al instante, se responde: “Porque habían contraído deuda externa. Porque la habían estatizado en el ochenta y dos, porque siguieron durante toda la década del noventa para sostener la falsa dolarización, para seguir endeudando el país”. “Ese día que se cayó esa falsa dolarización estalló el país”, apunta. Elige contar la historia entera, sin esquivar episodios como la represión atroz de Fernando de La Rúa, que dejó un saldo de 39 muertes; ni los bombardeos en esta misma plaza durante la Revolución Fusiladora, con más de 350 víctimas fatales: “Esta plaza es testigo de nuestras alegrías, pero es también el testigo de feas jornadas, de feos días, de feos recuerdos de los argentinos”. “A la Patria hay que tomarla sin beneficio de inventario, a la Patria hay que comprenderla y amarla completa”, exige ahora.
La Jefa lamenta la represión a Madres y a Abuelas “el día que se caía de la convertibilidad y se apropiaban de los depósitos a plazo fijo de los argentinos en el famoso corralito” e ilumina la memoria: “Hoy escuchamos a quienes eran discípulos y colaboradores de ese ministro explicarnos lo que van a hacer”. Con un dejo de furia en la voz, desafía: “Fuimos los kukas los que pagamos los depósitos a plazo fijo con el Boden 12”. Repara en que Ella y Néstor se hicieron cargo del “bono que se le entregó a cada uno de los que cuando fueron a buscar los dólares y los pesos a los bancos no estaban”. “Esos dólares y esos pesos que se les quedaron los genios de las finanzas los pagaron los kukas, Néstor y Cristina”, insiste. “Se las garpamos nosotros la de ustedes, nosotros, los kukas, los perucas”, realza.
Al igual que en todos sus discursos de los últimos dos años, Cristina detalla la reconstrucción kirchnerista de una nación que estaba hecha añicos en 2003: “La deuda soberana defaulteada más grande de la historia”. El Flaco la reestructuró “contra viento y marea logrando la quita de capital e intereses más importante de la que se tenga memoria”, que había sido estatizada en 1982, antes del final de la dictadura cívico-militar-clerical, y que fue sostenida en la década noventosa. Cuenta que Kirchner redobló la apuesta: “Decidió, junto al compañero Lula Da Silva, pagar al contado, tacataca, la deuda con el Fondo Monetario Internacional”. Redunda en el “proceso de reindustrialización, de inclusión, de valor agregado, de tecnología, de repatriación de científicos e investigadores”, emergente cuando el gobierno recuperó el timón de la economía y recuperó el rumbo de “una sociedad que había sido devastada por la desocupación y la exclusión”.
El debe y el haber
La vicepresidenta atestigua que una mujer se acaba de desmayar cerca del escenario y ordena: “Un médico, por favor. Ahí, acá, a mi izquierda. ¿Está bien?”. Pasado el susto, resalta ahora que cuando su compañero de vida llegó al Poder Ejecutivo Nacional (PEN), el Producto Bruto Interno (PBI) era de 164 mil millones de dólares y que Ella concluyó su mandato con un PBI de 647 mil millones de dólares. “Pagamos durante doce años y medio cien mil millones de deuda de dólares que no habíamos contraído nosotros”, advierte. “Haber podido decirles a los argentinos que le dejábamos un país mucho mejor que el que habíamos recibido era una muestra de orgullo”, dirá más adelante y hará hincapié en el bajísimo nivel de endeudamiento que tenían el Estado argentino, las familias y las empresas. En un salto temporal, remarcará que en 2016 y en 2017 Argentina fue el país que “más deuda en dólares tomó”. La escandalosa cifra de 57 mil millones de dólares fue destinada al intento fallido de Mauricio Macri de ser reelecto a través de un “préstamo inédito, insólito”. En torno a la gestión de Cambiemos, Cristina agrega un dato irrefutable: se fueron con 200 mil millones de dólares menos de PBI y con 120 mil millones de dólares más de deuda. “Eso es lo que hicieron en cuatro años los que hoy nos dicen que quieren volver a conducir el país”, rezonga.
“Aquel gobierno termina con el mejor salario en dólares de toda Latinoamérica, con la mejor jubilación y con la mayor participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno, más del cincuenta y uno por ciento”, celebra. Pero no sin antes aseverar: “No es pecado pagar buenos salarios; al contrario, es de buenos cristianos”. “Muchos dicen que mi segundo gobierno no fue tan bueno como el de Néstor o como el primero mío, tengo claro que es porque fue cuando más plata ganaron los trabajadores y cuando más podía ahorrar guita la gente”, cuestiona. En su recorrido por la gestión económica del proyecto que abarcó más de una década de gobierno, no se olvida del conflicto por la 125 ni de la crisis financiera mundial de 2008, la más grande después del crack del treinta.
Por medio de una mención tácita, CFK deja entrever su interna con el actual presidente de la Nación: “Todos saben las diferencias que he tenido y que tengo”. En ese sentido, saca a relucir otro discurso suyo en el que auguró que la producción nacional iba a crecer, pero que el desafío era aplicar políticas redistributivas para que a la riqueza no se la llevaran “cuatro vivos”. A propósito, informa que el PBI de 2022 fue de 633 mil millones, más cerca del suyo en 2015 que del de su opositor derechoso. “Para distribuir el ingreso muchas veces hay que ponerle carita fea a los que tienen mucho”, asegura. La soberbia, la Yegua, la que impone ideas, ha sabido tener cintura y también cara de mala porque, como dice Silvio Rodríguez, «la tolerancia es la pasión de los inquisidores». Hoy el peronismo quiere ser canción, quiere volver a ser canción, y persigue ese anhelo al desplegarse en las calles que tan planchadas estuvieron por la pandemia y tan disciplinadas quedaron tras el intento de magnicidio a su conductora.
Sin embargo, Ella no pierde de vista el objetivo: “A pesar de los errores, equivocaciones o diferencias, este gobierno es infinitamente mejor de lo que hubiera sido otro de Mauricio Macri; no tengo dudas”. “¿O por qué creen que me odian, me persiguen y me proscriben?”, pregunta. “Por eso, porque nunca fui de ellos ni lo voy a ser hagan lo que hagan, me quieran matar, meter presa, nunca voy a ser de ellos”, contesta. “Yo soy del pueblo y de ahí no me muevo”, asevera en una frase que tardará menos de un día en volverse remera.
Pilares para el porvenir
Además del análisis y del racconto, CFK convida a creerle cuando dice futuro: “Necesitamos dar un salto cualitativo los argentinos, de articular lo público y lo privado”. Cree urgente establecer una alianza para agregar valor, para incorporar tecnología y para generar trabajo calificado. “Esta es la discusión que están esperando millones de argentinos y no las boludeces que se dicen todos los días en los medios de comunicación”, increpa. La referenta justicialista indica los ejes sobre los que deberá girar el programa de gobierno. El primero es que el plan que el fondo impone a todos sus deudores sea dejado de lado para que se pueda seguir por una senda de “propio de crecimiento, de industrialización, de innovación tecnológica”. Para tal fin, considera fundamental la unidad nacional. “Fue un préstamo político y política también tiene que ser la solución”, reafirma. “Y se puede hacer porque nosotros lo hicimos durante doce años y medio”, agrega.
Otro pilar tiene que ver con mirar la articulación pública con la privada en las economías que mejor se gestaron durante los últimos 30 años, entre las que emergen algunas orientales. “Tenemos recursos estratégicos extraordinarios, gracias a los kukas también recuperamos Vaca Muerta”, expresa. En minutos, se mofará de dirigentes que celebran las legislaciones de Bolivia y de Chile a favor del cuidado del litio y les acusará de especular con un potencial aterrizaje en Argentina en busca de menos exigencias. “Pero qué vocación de colonia, hermano”, retrucará. “Ponete en la cabeza ser Malasia, ser Corea, pero no volver a ser Potosí, por favor”, desarrollará.
Una pieza clave de cara al futuro es lo que la dos veces Presidenta mandato cumplido llama “renovación del pacto democrático”. Concientiza sobre la lógica propia del terrorismo de Estado para la que los adversarios políticos eran enemigos, donde estaba naturalizado “quitarle la vida al que no pensaba igual”. Jaquea a quienes fantasean con “acabar con el peronismo”. “Por favor, si con ganarle alcanza. ¿Por qué tenemos que llegar al exterminio del otro?”, interroga. Pone en tela de juicio la integridad de uno de los tres poderes constitucionales “Los argentinos se merecen volver a tener una Corte Suprema de Justicia que sea llamada como tal sin ponerse colorado”. Y lo diferencia de los otros dos poderes, en los que la sociedad “siempre tiene una garantía, una garantía inamovible, la del voto”.
“Tenemos que repensar el diseño institucional, argentinos. No podemos seguir con la rémora monárquica de personas que son designadas de por vida y que nunca más rinden cuentas a nadie ni a nada”, dispara acerca de lo que ha denominado Partido Judicial. “No se saben sus declaraciones juradas, no se sabe dónde viven, no se sabe qué tienen. Eso no es de república, eso no es de democracia”, alerta. “Empecemos a cumplir la Constitución, investiguemos la deuda, investiguemos a sus responsables. Es hora de que las instituciones de la República Argentina no estén para cuidar los intereses de las corporaciones y los poderosos, sino la de todos los argentinos y las argentinas”, manda.
Tarea militante
Esta no es su despedida y así lo enuncia. Pero, antes de que culmine el acto, comparte sus últimas directrices para quienes son afines al kirchnerismo. “Es necesario construir organización, profundidad territorial de la organización, profundidad sectorial en los sindicatos, en las fábricas”, aclara. Llama a hacerlo de manera colectiva, con un notorio guiño a la doctrina peronista: “Una sola persona no puede, tiene que haber una organización, tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”. Intenta impulsar que cada quien exponga el “entramado de desinformación en cuanto a los verdaderos responsables de la situación que vive la Argentina en materia de endeudamiento, de falta de dólares, de corridas que tantas veces han asolado”. “Esto no es tarea de una persona, esto es tarea militante. Basta de pedirle al otro que haga cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer. Hay que romperse lo que hay que romperse y lo tienen que hacer todos y todas”, alinea.
Hay un hilo conductor entre terrorismo en dictadura y en democracia; por eso se reconoce como “parte de una generación que, finalmente, fue devorada en la vorágine de la violencia política, con hijos y familiares que ni siquiera tienen el derecho de ir a llorar a sus seres queridos a una tumba”. La eterna militante peronista hace un llamado a la sensibilidad social y a la solidaridad: “En nombre de todos ellos y de todas ellas, no puede haber ningún argentino o argentina de bien que no se oponga a esas prácticas horribles”.
Antes de irse, Cristina Fernández de Kirchner saluda especialmente a tres civiles en la plaza cuyos mensajes le llegaron por televisión. “Los miro a ustedes y sé que desde algún lugar Él también nos está viendo y acompañando, estoy segura”, reflexiona. “Muchas gracias por tanto amor, es lo que me ha sostenido en pie”, valora. “Sin ustedes, sin el amor, sin los rosarios que me alcanzan, sin Dios y sin la virgen seguramente no estaría acá. Muchas gracias a todos y a todas, los quiero mucho”, concluye para desatar lágrimas en rostros emocionados que no se camuflan con las gotas de lluvia.