Sin Cerco http://sincerco.com.ar/2023/04/15/caso-bocacha-la-revictimizacion-como-arma-juridica/ Export date: Fri Dec 1 16:05:31 2023 / +0000 GMT |
Caso Bocacha: la revictimización como arma jurídica![]() Por Candela Dolores Más de diez banderas rodean el escenario que la Asociación Civil Carlos ‘Bocacha' Orellano montó a orillas del Centro de Justicia Penal de Rosario. A las 7.30 de la mañana empezó la convocatoria que reunió a familiares, a amistades y a personas allegadas para el puntapié inicial al juicio donde Gabriel Nicolossi, Karina Gómez, Fabián Maidana y Emiliano López están imputados por: homicidio simple con dolo eventual, incumplimiento de deberes y falsedad ideológica agravada. Ellos fueron los victimarios. La víctima, el joven que ahora es remera. Las expectativas son altas para quienes bancan la parada desde las inmediaciones y para el extenso grupo de periodistas que ingresan ahora a la sala. Está prohibido sacarles fotos a los acusados y en apenas cinco minutos se despachará a la prensa gráfica. Antes del encuentro de las partes, el abogado defensor de los homicidas y el abogado querellante dieron declaraciones ante cámaras de televisión. En un rato, replicarán esos discursos de cara a los jueces. El 24 de febrero de 2020, Carlos Orellano había salido a bailar con sus amigos al boliche Señor Ming River House, ubicado en el complejo La Fluvial. Bocacha salió del lugar y, al querer volver a entrar, fue increpado por dos agentes de seguridad privada y por dos policías. Múltiples testigos que no se conocían entre sí reconstruyeron los hechos en una audiencia preliminar: los cuatro lo golpearon hasta provocar su caída al río, donde fue encontrado su cuerpo dos días después. Hay entre seis y diez policías en la sala. La mitad cuida las espaldas de los cuatro imputados. El clima es silente hasta que el juez principal da comienzo a la jornada judicial. El fiscal Patricio Saldutti expone cómo Karina Gómez ha declarado cuatro versiones distintas sobre el mismo hecho, lo que decanta en el delito de falso testimonio y permite suponer un rol concreto en el homicidio. Sobre los cuatro acusados dice que “sus funciones no eran brindarles seguridad a las personas que asistían al boliche”. Habla de una superioridad física y numérica por parte de los agentes que agredieron a Orellano en una escena de abuso de autoridad y “lejos de la vista de la mayoría del público”. Pescadores, transeúntes y asistentes a la noche en La Fluvial afirmaron que a Bocacha lo mató la policía; aunque los abogados defensores intenten instalar que ningún testigo vio que lo golpearan. La fiscalía pone en manifiesto la situación engorrosa de los delincuentes en las horas posteriores al crimen. Para desterrar la versión que insiste con tildar de “accidente” al homicidio, Saldutti resalta que ninguno de los implicados intentó sacar al joven del agua y detalla que “la conducta de los acusados impidió el trabajo efectivo de prefectura”. El boliche volvió a abrir esa misma noche como si no hubiera pasado nada. Hoy está cerrado gracias a la lucha que persigue “justicia por Bocacha”. Los asesinos dieron un reporte tardío del hecho y el fiscal considera clave que no le hayan avisado al Ministerio Público de la Acusación. La autopsia y la exhumación del cadáver confirman que el muchacho recibió golpes en la boca y en la cintura antes de morir. La causa de defunción fue asfixia por sumersión. Por más que las pericias aseveren que el cuerpo tenía lesiones, la defensa negará todo apenas le llegue el turno. La fiscalía determina que el caso es un “claro episodio de violencia institucional” y sugiere la condena de 19 años de prisión efectiva para Karina Gómez y para Gabriel Nicolossi, además de: una multa, la inhabilitación para ejercer sus cargos y el pago de las costas del juicio. Para Fabián Maidana y para Emiliano López pide 17 años de prisión en calidad de coautores. “Quedará demostrado por testigos y forenses que la agresión grupal generó su muerte”, asegura el fiscal tras haber pedido un análisis objetivo y una sanción penal adecuada. Luego de un tedioso tramo de audiencia, el tribunal determina un cuarto intermedio y uno de los acusados mira hacia arriba y le tira un beso a su pareja. Esta vez, la familia de la víctima está abajo y las de los victimarios permanecen arriba. En las instancias preliminares habían mezclado los tantos y fue para problemas. El personal del boliche en cuestión puso palos en la rueda a la hora de suministrar el material audiovisual que captaron sus cámaras. El tío abuelo de Carlos, Eduardo Palma, declarará más tarde y exhibirá la falta de predisposición para brindar el material. Hablará de un mueble y de un equipo lleno de tierra, pero resaltará que había tornillos impolutos ahí, de modo que supondrá que los tornillos fueron limpiados o cambiados. Eduardo tampoco evitará destacar que en la confitería no había matafuegos y el piso era de un material muy inflamable. A propósito de la particularidad percibida por el testigo, el mencionado complejo nocturno se incendió en el año 2011. En consonancia con los testimonios, la fiscalía da cuenta de la evidencia alcanzada por la investigación. Dice tener pruebas que descartan la posibilidad de que haya sido un accidente. Tiene certeza absoluta sobre el mecanismo de los hechos y sobre las autorías. El abogado que representa a los policías, Rodrigo Mazuchini, intentará calificar al suceso como suicidio, como hecho accidental o como abandono de persona. El abogado querellante, Salvador Vera, arranca su intervención: “Violaron el primer derecho fundamental de las personas, el derecho a la vida humana”. Se centra en una descripción de lo que significaba Carlitos para quienes lo querían: “Carlos Bocacha Orellano era hijo, tío, hermano, nieto, trabajador, maestro mayor de obra, amigo, familiero y canalla”. La muerte violenta ocasionó que un pibe entrara a una discoteca y no saliera vivo. Había ido solo y se había encontrado ahí con sus amigos, luego de haber comido un asado en el club de sus amores. Las agresiones físicas en focos vitales provocaron su caída seguida de muerte por asfixia, pero Jorge Bedouret, abogado defensor de los agentes de seguridad privada, dijo que “había tenido un día muy difícil”. En un ejercicio de cinismo y de revictimización, uno de los abogados defensores declaró antes de ingresar a la sala que la víctima había bebido bastante y que cargaba con mucho cansancio. Su teoría del caso indica que esas decisiones derivaron en un “mal amanecer”. La defensa también se mofa de las bombas de estruendo que se escuchan en la plaza que bordea al juicio. Una multitud flamea banderas, canta y toca instrumentos de percusión. Piden Justicia por Bocacha, la mayoría tiene indumentaria de Rosario Central. Su papá, Edgardo Orellano, será el primer testigo en dar declaración testimonial y dirá que a su hijo le gustaba el folklore y que tocaba el bombo con la banda de Central, que viajaba a todos lados a ver a su equipo. Recordará, sonriente, cómo él volvía de los viajes en colectivo haciendo ruido mientras el resto dormía. Describirá a Carlos como una persona enérgica y alegre, como un laburante que pedía permiso en la fábrica para seguir a su club a todos lados. Le decían Bocacha porque tenía la boca grande y cuando sonreía mostraba todos los dientes; usó ortodoncia y eso le agrandó incluso más la cavidad bucal, con recurrentes cortes en los alambres por jugar al fútbol. Su tío también sacará a relucir la figura del Bocacha vivo, un joven amante de la naturaleza que se enloquecía por el río. Desde chico, lo hacían tirar de la soga en el agua para adelantar las embarcaciones en busca de que se cansara y dejara dormir a la familia. Palma contará que, cuando tenía 12 años, Carlos ganó un concurso de natación. Dejará en claro lo buen nadador que era y descartará la hipótesis de un ahogo a causa de no saber llegar a la orilla. Sin embargo, la defensa será hostil y lo interrogará con alusiones al consumo de alcohol. Le preguntará si alguna vez lo vio nadar de noche y alcoholizado. Eduardo responderá que sí y que su sobrino no era abstemio ni alcohólico, que tomaba cuando salía como “cualquier pibe de veinte años”. El juez dará lugar a las objeciones de la querella cuando los defensores intenten redundar sobre el consumo de alcohol. La defensa no solamente niega el dolo por parte de los agentes, también se burla de la figura de dolo eventual, a la que tilda de “obsoleta”. Saca a relucir argucias leguleyas sobre la jurisprudencia que nada tienen que ver con la causa. Acude a tecnicismos legales, pero no habla del acontecimiento. Se centra en lo que hizo la víctima y no menciona acción alguna de los victimarios, a quien solamente enuncia para tildar de gente trabajadora sin antecedentes penales. Carlos tampoco había tenido intenciones previas de suicidio, aunque esa sea una de las hipótesis de los abogados defensores. Además de negar el dolo eventual, niegan el homicidio. “Vamos a demostrar que acá no hay delito”, insisten. Y piden absolución para los cuatro. Además, solicitan que no se estigmatice con el término “patovica”, aunque nadie en cuatro horas y cuarto de audiencia lo utilice. Los argumentos defensores recaen en la “profunda desconfianza a las fuerzas de seguridad” y en el impulso social de exigir presos. Culpan a las coberturas mediáticas del alcance del juicio y les exigen a los jueces que no se dejen llevar por el clamor popular para dictar su sentencia. Afuera hay jolgorio de una lucha que no resigna la alegría en la reivindicación a su querido Bocacha. La defensa expresa su miedo ante las bombas de estruendo y el tribunal asegura que están dadas las condiciones de seguridad para que el juicio transcurra sin ningún agravio por parte de manifestantes. Consumada la queja por la repercusión de la convocatoria, la defensa vuelve a compartir su preocupación por el “mote mediático para dar envión”. Niega que se trate de un caso de violencia institucional y hasta se anima a decir que pudo haber sido una “instigación al suicidio”. Edgardo Orellano da su testimonio acerca de la madrugada en la que mataron a su único hijo varón. Revive su imagen, lo nombra con entusiasmo. Relata que gastó los ahorros de toda su vida en estos años de lucha, que su esposa atraviesa un tratamiento psiquiátrico a raíz del homicidio de su hijo y que para él tampoco es fácil convivir con ese desborde permanente. Aquel 25 de febrero habían pensado que Carlitos no había vuelto a su casa porque estaba con una chica, creían que iba a llegar al mediodía. Narra todos los obstáculos que tuvieron que sortear para llegar a la verdad: la fiscal anterior de la causa, el dueño del boliche, el comisario amigo del dueño del boliche. Después de una exhaustiva reconstrucción de los hechos y de preguntas punzantes de la defensa que no hicieron más que intentar culpabilizar a Carlos de su propio homicidio, su papá concluye: “Nos cambió la vida, nos arruinó, nosotros no somos nunca más felices”. Afuera, la multitud abraza a la familia, que baja las escaleras con aire triunfal de la primera audiencia. Ya empezaron a declarar su verdad, ahora es tiempo de que llegue la justicia. ![]() Exif_JPEG_420 ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() |
Post date: 2023-04-15 19:38:10 Post date GMT: 2023-04-15 19:38:10 Post modified date: 2023-04-16 14:01:53 Post modified date GMT: 2023-04-16 14:01:53 |
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