Al calor de las masas

Por Diego Carballido Fotografías: Cristian Maiola, Joaquín Martínez y Julián Miconi
Avenida Rivadavia. El sol del mediodía pega sin piedad sobre el asfalto porteño y los costados de una calle totalmente vallada se van poblando de banderas, colores, bombos y trompetas. A medida que avanzamos el canto de “Alberto presidente” se impone una y otra vez, al mismo tiempo que pocos eligen recordar al mandatario saliente a pesar de la larga espera que significaron estos últimos cuatro años. Transitamos las veredas de la avenida, el calor humano se confunde con el del asfalto y una felicidad intrínseca se convierte en el hilo que une imaginariamente los miles de rostros que vamos cruzando.
Una vez ubicados sobre Callao, al costado del Congreso de la Nación Argentina, trompetas entonan la marcha peronista y parecen hacer bailar a un muñeco gigante que pide por la libertad de Luis Ignacio “Lula” Da Silva. Las banderas atraviesan el cielo y cortan tanto celeste con imágenes icónicas de Perón, Evita, Cristina, Néstor y Alberto. Sí, también de Alberto. El armador político que antes de aquel sábado 18 de mayo era uno de los encargados de tejer una amalgama que uniera las partes dispersas de un peronismo que parecía dirigirse inevitablemente a una derrota electoral, ahora estaba a punto de tomar el cargo de presidente. El devenir de los hechos y la decisión de su compañera de fórmula, Cristina Fernández, lo ubicaron en un lugar protagónico en la historia del país. Abogado, docente de las Universidad Nacional de Buenos Aires y político de carrera que acompañó los primeros años del kirchnerismo teniendo un rol clave como Jefe de Gabinete, Alberto, llega con la mano alzada manejando él mismo el vehículo que lo conduce a las puertas del Congreso.
El tronar de bombos y trompetas solo se detiene cuando las imágenes de las pantallas gigantes, colocadas al frente del Congreso, nos hicieron a todos testigos del comienzo de una nueva era. La banda presidencial sobre Alberto Fernández, que luego de una serie de tirones finalmente le calza, representa el comienzo de una etapa que abre interrogantes de cara al futuro, pero principalmente constituye el final de un modelo que solo dejó números rojos diseminados por todos los Ministerios –incluso, alguno de ellos, fueron convertidos en Secretarías-.
El auto del flamante Presidente abandona el Congreso para empezar a atravesar las veredas repletas de una avenida Rivadavia que regala imágenes de chicos subidos a los hombros de sus padres, militantes fundiéndose en abrazos, vecinos que ayudan a sofocar desde los balcones tirando baldes de agua a la muchedumbre y un vallado que no soportó tanta ansiedad humana y convirtió en peatonal a la avenida. El nuevo mandatario iba camino a la Casa Rosada.
Desde los balcones se escucha la vos de Hugo del Carril “combatiendo al capital” y por todos lados se ven celulares en alto tratando de atrapar para siempre este momento histórico. “Desde la plaza del ´83 que no me sentía así” se escucha decir a alguien que pasa aplaudiendo, mientras la ciudad arde con el pico máximo de temperatura. Arde de una alegría que brota desde abajo, como el vaho que se evapora del asfalto.
La Plaza de Mayo cambió rejas por un mega escenario donde desfilaron una cantidad muy heterogénea de músicxs que hicieron bailar y saltar a una multitud que todo lo ocupó. Hubo la suficiente cantidad de “patas en la fuente” como para que las imágenes recorrieran el mundo mostrando a los jóvenes y adultos totalmente empapados, pero felices. Embarrados y con la piel al rojo vivo, esta plaza del 10 de diciembre abrió una nueva épica para el espacio político fundado allá por mediados del siglo XX y que ha tomado tantas formas como vericuetos ha tenido la historia argentina en las últimas décadas.
Es comprensible la dificultad que presenta tratar de comprender, para aquellos que no comulgan con el espíritu y el sentir del amplio espacio que aglutina hoy el Frente de Todxs, que muchas de las personas que compartieron esa Plaza tuvieron sus propias razones para festejar y que, esas mismas razones, no siempre son coincidentes en su totalidad con las del resto. Sin embargo, entre todxs, escribieron una nueva página del álbum donde se guardan las gestas populares.
Los fuegos artificiales iluminan ya la noche porteña y las palabras del flamante Presidente y su Vice retumban en todas las diagonales que desembocan en la Casa Rosada. Esas calles que durante todo el año son los pasillos de “la city”, por donde posiblemente se hayan fugado muchos de los millones que ahora le debemos a las entidades financieras internacionales, esas mismas calles contuvieron el clamor popular que inundó todo con llantos y abrazos.
Se abre una nueva etapa donde habrá que estar atentos a una economía en crisis que deberá surfear en las aguas turbulentas de una región latinoamericana que tiene más de una de sus democracias en jaque. Ese será el desafío para el que Alberto pidió solidaridad y de esa manera poder “comenzar con los últimos, hasta llegar a todos”. Con el hambre como prioridad, una reforma de la justicia, el respeto por la diversidad, el reconocimiento de las luchas emprendidas desde los espacios feministas, el rol de los medios de comunicación, el pago de una deuda que estará subordinada al “encendido” de una economía en crisis y con la atenta mirada de los EE.UU. en cuanto a sus políticas exteriores. En ese escenario se inscribe el comienzo de un período más en la democracia de nuestro país.