Bolivia: las cosas por su nombre

Por Loreley Flores Fotografía Cristian Maiola
Hay momentos donde no caben dudas acerca de qué palabras usar y se nos vienen algunas a la cabeza como “golpe de Estado”, “represión”, “persecución”, “discriminación”, “dictadura”.
Para hablar de Bolivia, es tristemente real que necesitemos utilizar estas palabras y no eufemismos que no den cuenta de la realidad a la que está siendo sometido el país hermano. Necesitamos estas palabras en función de hacer un relato de una pequeña parte de lo que está sucediendo, aquello que logramos enterarnos porque puede colarse a un cerco mediático cada vez más blindado, incluso desde quienes dirigen hoy nuestro país: cómplices indiscutidos.
Podemos decir sin equívocos que lo de Añez es autoproclamación, es anticonstitucional y antidemocrático y que cuando la banda te la coloca alguien de las Fuerzas Armadas no quedan dudas de que es un golpe de Estado.
También podemos hablar de feminismos y movimientos sociales en las calles y resistencias uniéndose contra este avasallamiento de todo estado de derecho.
Las redes sociales se han inundado de banderas whipala en respuesta al pisoteo que le hicieron, de mensajes de apoyo a Evo Morales. “Nuestro delito es ser indígenas y antiimperialistas”, dijo y tiene razón. Los símbolos, ese lenguaje que dice mucho a veces sin el uso de la palabra. La biblia, la Whipala pisoteada, ¿de qué nos habla? ¿a qué nos remite? La quema de libros, el pueblo oprimido por quienes deberían defenderles, en el último de los casos.
Las frases dichas: “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánicos indígenas, la ciudad no es para los indios que se vayan al altiplano o al chaco” dijo esta señora dictadora y represora, quien desde una xenofobia insoportable cree tener el poder de determinar qué cosas son para quienes y afirma que hay quienes merecen más que otres.
“La Pachamama nunca va a volver a Palacio Quemado, ahora Bolivia es de Cristo” dice Luis Fernando Camacho, con esa pedantería que tienen quienes dicen adorar a un dios misericordioso y que su mismo libro sagrado define como “amor”, pero que usan para someter, culpabilizar, oprimir, discriminar y matar.
Crónicas del horror, de un horror ya conocido y que vuelve y vuelve a repetirse. Colonialistas, golpistas llenando de sangre y odio las calles. Golpes de Estado militar, clerical, cívico y policial.
El horror lo conocemos, pero nosotres ya no somos como éramos, estamos en las calles, poniendo el cuerpo, oponiendo resistencia, aunque ataquen por muchos lados a la vez y jueguen a desgastarnos. Estamos ahí. “Nunca más” es más que un par de palabras y aunque quieran sembrar el miedo y hacernos vacilar, no les demos espacios, no aflojemos “No pasarán”, aunque parezcan tener todo a su favor. Latinoamérica sufre, sangra y se desangra, pero hemos aprendido sobre feminismos, igualdad y derechos. No demos un paso atrás.
Y no juguemos su juego: venimos de colectivos que luchan enlazados y por eso hemos logrado avanzar y, tal vez, cuánto más estrechemos filas más fuertes nos hagamos.
Añez es una golpista, xenófoba, pero no es una “negra” ni una “trans” o “mestiza”. ¿Por qué usaríamos estas palabras como insulto? Porque si decimos respetar la diversidad, en el momento de insultar borramos lo andado. No nos convirtamos en lo mismo que ellos.
Hay un país sufriente, vulnerado en sus derechos, en sus libertades, en su estado de democracia. Hay un pueblo perseguido, discriminado, oprimido, maltratado. Hay una operación orquestada por destituir al presidente electo e instalar un gobierno de facto. Hay un gobierno de mierda cargándose todo. Pero también estamos nosotres que creemos en otra manera de hacer política y que poco a poco vamos a volver.