¡Juntes!

Texto: Loreley Flores Fotografías: Noah Pellegrini y Ana Isla
Plurinacional y con las disidencias
Van 34 años de organización y luchas. Después de asistir a la III conferencia mundial de mujeres en Nairobi en 1985, un grupo de ellas decidió hacer algo acá. Convocaron a mujeres de distintos espacios políticos y militancias y armaron un encuentro.
El 24 y 25 se mayo de 1986, se reunieron. Eran aproximadamente mil en el teatro San Martín en Buenos Aires. Debatieron sobre derechos y comenzaron a pensarse colectivamente y a pensar cómo era en nuestro país la situación de las mujeres y cuáles podían ser las estrategias para el cambio.
Ellas no volvieron igual a sus casas: se habían propuesto repetir este encuentro cada año en distintos lugares. En el plenario final decidieron que la próxima sede sería Córdoba, y leyeron las conclusiones a las que habían abordado: repudiaban la dictadura y asumían un compromiso con los derechos humanos.
En el segundo encuentro en Córdoba, la comisión que lo organizó era de esa ciudad y autogestionó los medios para llevarlo a cabo, modalidad de trabajo que se repite, desde entonces, cada año.
El tercer encuentro realizado en Mendoza -en un fin de semana largo- incluyó algo de diversión y realizó por primera vez la peña que también se ha convertido en actividad indispensable de cada encuentro desde entonces.
En 1989, en Rosario -cuarto encuentro- se pronunciaron contra el indulto a militares y se empezaron a diseñar la estrategia de crear redes feministas en los partidos para luchar por una ley de cupos. Cada encuentro, en cada lugar ha tenido una característica propia ya sea por el momento histórico que transitaban como por las luchas específicas de las diversidades que lo integraron.
En 2003, en Rosario nació la idea de hacer una campaña para exigir que el aborto sea legal, seguro y gratuito. Se crearon los pañuelos verdes a falta de suficiente tela violeta. Ingresaron las mujeres piqueteras y algunas trans. Hoy, 16 años después, la campaña sigue, el pañuelo verde inunda todos los encuentros y la marea verde no se detiene. Son miles. Decenas de miles. Cientos de miles. Ya no son solo muchas, sino muches. Ya no es solo de mujeres. Su identidad ha cambiado, se ha deconstruido y se sigue construyendo colectivamente.
Hace 34 años no había marcha contra los travesticidios ni fiesta torta ni encontrolazo, ni cantos exigiendo misoprostol en las salitas ni trabajadoras sexuales exigiendo sus derechos laborales. Hace 34 años no se hablaba de femicidios. Tampoco de matrimonio entre mujeres o de autopercepción de la identidad. No se hablaba de géneros. Los Encuentros han crecido, han ido construyendo una identidad propia que de ninguna manera puede mantenerse inamovible a lo largo de tanto tiempo, y estas construcciones se han ido dando al calor de las conquistas sociales y de los avances en materia de reconocimiento de derechos, nunca de teorías biologicistas.
En la actualidad, los movimientos de mujeres y las disidencias han demostrado que hay otras maneras de hacer política, que lo personal es político. Que mientras un puñado de varones ejerce públicamente sus privilegios que les permitirían gobernar, miles de mujeres, lesbianas, no binaries y trans hacen política en las calles, debatiendo, hablando, cantando, vendiendo productos hechos por elles o revendiendo, movilizando la economía. Hacen política ocupando espacios, bailando, besando, vistiéndose y desvistiéndose, pensando, dibujando, fotografiando, tejiendo redes y también tejiendo crochet. Hacen política marchando. Hacen política abrazando. Hacen política deseando.
Una vez al año, desde hace 34 años, miles de mujeres y disidencias viajan a lugares remotos y no tanto. El Encuentro se mueve, la idea es que se acerque a quienes no podrían ir porque hay violencias que las oprimen y se lo impiden. Lo sepan o no.
Viajan horas y horas, o no tanto. Duermen en bolsas de dormir en el piso de escuelas o clubes. No importa. Se mojan, se enfrían. No importa, porque durante 3 días vivirán en un mundo muy similar al que desean y eso “es un montón” -como dicen las juventudes. Se pintarán, se reirán, tomarán birra y vino, se van a escuchar organizadamente haciendo listas y respetando el turno, porque si hay algo no le falta a esta manada es organización o códigos. También se van a escuchar gritando, poniendo el cuerpo, las cuerpas en las calles.
No es sencillo armarlo, cada vez son más y sin embargo lo hacen. A pesar de todo, incluso de la crisis. Cada vez hay que garantizar más espacios para dormir, comer, reunirse, cada vez hay que garantizar más la seguridad de cada une de elles.
«¿Por qué no dejan entrar a varones?»
Pregunta recurrente si las hay. Será por la misma razón que no van profesionales de la medicina a un encuentro de arquitectura. O será porque morimos une de nosotres cada veintipico de horas por el solo hecho de no ser varones cis, por el solo hecho de ser mujeres, lesbianas, bisexuales, no binaries o trans. Será porque para acceder a los mismos derechos que ellos tenemos que armar estrategias de lucha y exigirlos. Será porque ganamos menos por igual o mayor cantidad de trabajo o porque recaen en nosotres todas las tareas de cuidado. Será porque nos violan y abusan y nos descartan como basura. Será porque a los cuerpos con capacidad de gestar se les niega el derecho a decidir. Se pueden ensayar muchas respuestas válidas, pero lo indiscutible es que no pueden ir porque hay consenso para que no lo hagan.
¿Por qué tienen la necesidad de estar? les preguntaría yo. Está más que claro que desde hace más de 30 años nos venimos organizando -no sin dificultades- para sostener un Encuentro que no tiene correlato ni precedente en ningún lugar del mundo, que cada vez somos más, que hemos atravesado distintos contextos económicos, políticos, históricos y que seguiremos haciéndolo porque nos hace profundamente felices y porque durante estos tres días nos sentimos libres y seguras, viviendo a pleno.
ATR
Las tensiones están, siempre. Del lado de afuera y del lado de adentro, hay quienes intentan romper y volver a las lógicas patriarcales y jerárquicas. Hay quienes no entienden el poder popular como algo que no le pertenece a nadie más que a todes y luchan por imponerse y bajar líneas. En La Plata todo fue “ATR” -a todo ritmo- desde la lluvia excesiva que inundó algunas escuelas donde dormían las pibas, detuvo los trenes y el acto de apertura del Encuentro, hasta las discusiones, las posturas claras contra el neoliberalismo, las marchas, las tetas al viento, los intentos por acallar voces y discriminar y los cantitos. También el cansancio físico y a la vez las pilas y esa alegría tan nuestra que intentan expropiarnos. Las asambleas que inundaron las plazas -mucho más que la lluvia- de proclamas plurinacionales hermanadas, puños al viento mandando a la mierda al cerco mediático y otros tantos cercos que siempre intentaron, intentan e intentarán oprimirnos.
Sabemos que nuestras ancestras empezaron todo esto en momentos dificiles. Seguimos el mismo camino, tratando de revolucionarlo todo. De ellas hemos aprendido que las luchas de largo aliento se sostienen colectivamente. Juntes. El mundo como está planteado no cree en la igualdad por la que luchamos desde algunos feminismos.
Plurinacionales, mujeres, tortas, travas, no binaries, bisexuales, trans así volvimos de La Plata.
Plurinacionales, mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, intersex, con todas nuestras disidencias, así nos iremos a San Luis.