Escuchar en dos meses lo que negaron en cuatro años

Por Azul Martínez
Fotografía: Ana Isla, Cristian Maiola, Eduardo Bodiño
Mientras que en sus discursos los funcionarios de Cambiemos salen a hablar de recuperar a los ciudadanos desencantados con su modelo de país y sumar votos para octubre, en los medios se habla de números irremontables y de la famosa “crónica de una muerte anunciada” que desde ayer tiene la gestión de Mauricio Macri. Ya no hay poder mediático que pueda hacer pasar desapercibidos los resultados de las Paso, tampoco ningún análisis de periodistas afín al oficialismo que logre disipar el inminente clima de victoria que reina a partir de ahora en los sectores contrarios al Gobierno. Como un búmeran, la frase “no vuelven más” cambió de dirección para estrellarse de lleno en la cara de aquellos que comenzaron a pronunciarla allá por el 2015. Se vuelve sí, pero mejores, afirman en su campaña los candidatos y candidatas del Frente de Todos y aquellas personas que acompañan sus fórmulas.
En su conferencia de prensa, Macri habló de un día malo, de un impacto fuerte en el dólar, de un riesgo país que subió 350 puntos en una hora y de un mundo económico internacional que no confía en el kirchnerismo. Encarnado el rol de un padre que reta a sus hijos por una mala acción, Mauricio Macri retó a los votantes por no elegirlo. Mientras que el domingo los mandaba a dormir antes de conocerse los resultados electorales, ayer los responsabilizaba por la suba del dólar y los llamaba a repensar su voto de cara octubre. Si antes fue un: “les hicieron creer a los argentinos que la energía no valía”, hoy la frase que aplicaría es: “les hicieron creer a los argentinos que podían ganarnos las elecciones sin que eso tenga consecuencias”.
Por su parte, María Eugenia Vidal apeló a un tono más mesurado para hablar de su enorme derrota frente al candidato a gobernador por el Frente de Todos y ex Ministro de Economía, Axel Kicillof. La gobernadora se mostró calma y comprensiva con aquellos que no la eligieron y prefirió no señalar culpables, agradeciendo en todo momento a las personas que decidieron acompañarla con su voto. Habló de una inconformidad de los argentinos con el modelo político y económico de su partido, de reconocer errores, del compromiso asumido para generar una sociedad más justa y de la necesidad de encontrarse con los desencantados de su gobierno para revertir los números de cara a octubre.
Si se analizan ambos discursos, hay una palabra que destaca por la cantidad de veces que fue pronunciada y es: “escuchar”. Esta palabra hizo presencia en reiteradas ocasiones por boca del presidente y la gobernadora, pero siempre utilizada bajo la misma idea, la de escuchar el mensaje que el pueblo transmitió en las urnas. Macri fue incluso más lejos al señalar que él consideraba que el voto opositor se debía a la bronca de muchas personas por las duras medidas económicas tomadas en su gestión, aunque rápidamente afirmó que estaba a dispuesto a escuchar todo lo que los argentinos tuvieran para decirle.
Esta afirmación es, por sobre todas las cosas, irónica en el contexto de su retirada, ya que durante los poco más de tres años y medio que vienen gobernando el país, el oficialismo eligió dar la espalda a millones de ciudadanos y no solo no escuchar, sino también negar aquello que se les decía. Entre culpas repartidas al gobierno anterior por la supuesta situación crítica heredada y otro tanto a los propios ciudadanos por no hacer los esfuerzos suficientes, el Gobierno de Cambiemos fue sorteando cada uno de los reclamos que le eran hechos. También se valió de los más poderosos medios de comunicación para invisibilizar demandas, mentir sobre las medidas que tomaba, armar operaciones mediáticas que involucraran a sus principales enemigos con el fin de desprestigiarlos e intentar apaciguar los estragos económicos a base de falsas promesas y recompensas a futuro.
Durante todo este tiempo, Cambiemos decidió deliberadamente no escuchar a los millones de despedidos por el cierre de más de 15 mil fabricas e industrias, desde diciembre del 2015. Tampoco escuchó a aquellos trabajadores que salían a la calle a reclamar por un aumento en sus salarios y por sus fuentes de trabajo y la de sus compañeros. Decidió no escuchar a los comercios que debieron bajar las persianas por la caída en las ventas a raíz de las importaciones y la baja en el consumo. Eligió no escuchar a millones de personas que no llegan a pagar los tarifazos en los impuestos, a los jubilados a los que no les alcanza para comprar sus remedios, a las familias que no pueden pagar el valor de la leche en los supermercados para darle a sus hijos, a los comedores de barrio que no dan a vasto con tantas bocas para alimentar, a los niños que deambulan por bares y negocios pidiendo una ayuda, a las personas que no tienen casa y duermen en la calle sobre cartones.
No escuchó a los científicos que denuncian los reiterados recortes presupuestario en el Conicet y que deben exiliarse en busca de otros países donde poder desarrollar sus investigaciones, no escuchó las alertas de sectores como teatristas, trabajadores audiovisuales, músicos, que denunciaron el desfinanciamiento de programas estatales que buscaban fomentar y desarrollar la cultura argentina. No escuchó a los miles de estudiantes que organizaron sentadas y tomaron escuelas en defensa de la educación pública, tan desprestigiada por todo su equipo. No escuchó a las cientos de familias que mandaban a sus hijos a estudiar a escuelas rurales e isleñas, cuando decidieron cerrar 47 por falta de matrícula y les quitaron a los chicos las lanchas que los trasladaban. No escuchó a las mujeres que sufren y denuncian casos de violencia de género, destinando un presupuesto cada vez menor a la prevención de la misma, tampoco escuchó a la comunidad LGTBIQ que reclama el cupo laboral trans, denuncia continuos asesinatos y pide por mayores políticas públicas para mejorar sus condiciones de vida. No escuchó a las amas de casa que, tras haber trabajado toda su vida realizando tareas domésticas, hoy ven amenazada su jubilación.
No escuchó a las madres y abuelas de Plaza de Mayo que lucharon todos estos años porque se haga justicia, siendo la familia del presidente una de las principales beneficiadas por la última dictadura cívico-militar. No escuchó a los miles de militantes de distintos partidos políticos que día a día recorren las zonas más humildes de la Argentina y relatan la miseria que hay en los barrios. No escuchó al pueblo Mapuche que reclama sus tierras desde hace más de un siglo, avasallando sus derechos y reprimiendo sus protestas, como otras cientos de protestas a lo largo del país. Es un gobierno que no escuchó el grito de los familiares y amigos de Santiago Maldonado, que no escucho el pedido internacional de justicia y aparición con vida de su cuerpo, que negó hasta el último minuto su desaparición. Tampoco escuchó a las familias de los pibes asesinados por los casos de gatillo fácil y eligió darle más atribuciones a las fuerzas de seguridad. Es una gestión que no escuchó otros cientos de reclamos más durante estos años y aunque ahora quiera, llega tarde.
Como solía decir Perón, la única verdad es la realidad y si durante años el Gobierno hizo intentos desesperados por ocultarla, el domingo la situación fue distinta. Porque la realidad es una contundente mayoría que elije volver, pero no por un pasado en los términos de “pesada herencia” planteados por el Macrismo, sino por su propia memoria, una memoria que se niega a olvidar que hubo tiempos mejores y que, no por haber sido, esos tiempos no pueden volver a ser. Porque, así como el peronismo logró reinventarse para generar una fórmula competitiva, que incluyera a aquellos sectores que alguna vez se alejaron del espacio y sea capaz de ganar las elecciones del 27 de octubre, así también se reinventa la esperanza que hizo que millones de argentinos fueran a votar sabiendo que otro futuro sí es posible.