Los periodismos que no habitamos

Texto: Loreley Flores. Foto: Noah Pellegrini.
Desde 1938, todos los 7 de Junio se celebra el Día del Periodista en conmemoración de la fundación de “La Gazeta de Buenos Aires”. Día del Periodista: en masculino y singular. Es que la palabra y los estudios sólo estaban habilitados a varones y no a todos, a un varón determinado, que cumpliera con ciertas características.
Han pasado los años y, a fuerza de militancias, las mujeres y otras identidades disidentes han ido ocupando espacios, han empezado a hacerle preguntas al oficio de preguntar y han corrido el límite de lo posible. La tarea no ha sido fácil, como en cualquier otro ambiente las puertas se ensanchaban para ellos, pero eran conducentes para ellas.
Hacer periodismo en materia económica, política o de investigación no les era permitido y si lo hacían no se las nombraba. Miles de barreras se interponían -y aún se interponen- para evitar que hablaran del mundo “público”. Podían ejercerlo, pero solo hablando de aquello que les incumbía directamente: las tareas de cuidado. Así es como poca gente sabe de la presencia de una mujer en la investigación hecha para escribir la novela de no ficción “Operación Masacre” junto a Rodolfo Walsh: “Desde el principio está conmigo una muchacha que es periodista, se llama Enriqueta Muñiz, se juega entera. Es difícil hacerle justicia en unas pocas líneas. Simplemente quiero decir que en algún lugar de este libro escribo “hice”, “fui”, “descubrí”, debe entenderse “hicimos”, “fuimos”, “descubrimos*”. Debe entenderse, pero no se entiende.
Para las mujeres con discapacidad, las vedas eran aún mayores: no sólo estaban fuera del ejercicio profesional, también tenían el mandato social de no poder ser cuidadoras y esta situación, lamentablemente persiste.
El periodismo de género impulsando coberturas inclusivas
Las mujeres y otras identidades disidentes que se han ido abriendo paso en el periodismo siguen dando batalla por la igualdad en los espacios de publicación, en las redacciones, en los reconocimientos y en los sueldos y siguen topándose con reglas tácitas que las expulsan o relegan a las líneas traseras de cualquier formación. Pero también han tenido logros, especialmente en el terreno de lo simbólico, entre ellos el de crear una agenda de género que les habilita a hablar de estas desigualdades, a generar nuevos debates y, a través de ellos, ha modificado formas de nombrar y ha posibilitado la denuncia.
Al pensar en discapacidad la situación siempre es más compleja. No se evidencia aún la necesidad de hablar de la temática en las redacciones y menos aún de formarse para hacerlo porque se presupone que con la buena voluntad es suficiente. Por otra parte, no abundan las personas con discapacidad y menos aún, las mujeres con discapacidad, trabajando en igualdad de condiciones con los y las demás profesionales.
Las preguntas que le hacemos al periodismo pasan por la necesidad de transversalizar la perspectiva de género y de derechos humanos a todas las temáticas. Por eso, resulta fundamental analizar la formación profesional y cuánto se aborda en ésta las diversidades ya sean identitarias, sexuales, etarias, étnicas o funcionales. Y plantearnos si quienes terminan una carrera de comunicación se han preparado para la empatía, para el respeto de las individualidades y para comprender que la tarea no es hegemonizar, sino democratizar la palabra.
Desde Sin Cerco, entrevistamos a Verónica Gonzalez Bonet. Licenciada en Informática egresada de la Universidad Argentina de la Empresa -UADE- y periodista diplomada en periodismo de género por el Instituto Internacional José Martí, La Habana, Cuba. Verónica es la autora del Manual de buenas prácticas en comunicación y discapacidad y el 8 de Junio estará disertando en las Primeras Jornadas de Comunicación y Discapacidad en Tierra del Fuego, avalada por la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina.
—¿Verónica cómo se vinculan comunicación y discapacidad?
—Creo que hay dos cuestiones esenciales a considerar en la relación entre comunicación y discapacidad. En primer lugar, identificar a las personas con discapacidad como consumidoras de información, entonces, pensarlas de ese modo implica considerar mecanismos de accesibilidad como audiodescripción, subtitulado y lengua de señas en audiovisuales y formatos accesibles cuando hablamos de comunicación digital. Si se envía un flyer sin el texto escrito de lo que dice la foto, quienes tenemos discapacidad visual no nos enteramos, así también si escribimos en un medio cuya web es inaccesible. Al ver a las personas con discapacidad como consumidoras de información, también debemos considerar sus intereses a la hora de evaluar qué es noticiable y qué no.
El otro ámbito donde confluyen ambas cuestiones resulta cuando una persona con discapacidad es comunicadora, ahí surge la necesidad de la persona con discapacidad de desarrollarse a nivel laboral, lo cual resulta por demás complejo porque habitualmente nos encontramos con prejuicios que tienen que ver con la visión capacitista de la discapacidad y con el traslado de los prejuicios ajenos hacia una presunción de invalidez. Nadie más que nosotros y nosotras puede saber qué es lo que podemos o no hacer.
—¿En qué consiste la accesibilidad?
—La accesibilidad es un mecanismo que nos permite un ejercicio real de derechos. Por ejemplo, para que un centro de salud sea accesible, debe contar con una rampa en el ingreso, pero no es sólo eso, hay una mirada muy simplista sobre esta cuestión y me parece que la clave es pensar cómo nos sentiríamos si pudiésemos ingresar pero no pudiésemos ir al baño, por ejemplo, o no poder ingresar a un consultorio porque los pasillos son angostos, o pasar de la silla de ruedas a la camilla porque no se puede vascular. Toman nuestros cuerpos como si fuesen una cosa y lo mueven, sin considerar cómo nos sentimos. Esto les ocurre a muchas mujeres usuarias de sillas de ruedas. Tampoco suele haber intérpretes de lengua de señas o materiales en Braille o caracteres ampliados.
Cuando hablamos de accesibilidad a la información tiene que ver con considerar lo que te señalaba antes; además ya que somos comunicadoras y comunicadores, podríamos también difundir aquellos ámbitos en los que se incorporan estos mecanismos. Es decir, difundir obras de teatro que incorporan lengua de señas o audiodescripción, mencionar si un centro de salud es o no accesible, pensar en si el transporte lo es. Detrás de esas cuestiones, hay notas; hay derechos vulnerados o gozados.
—¿Crees que es inclusiva la educación en nuestros país en los distintos niveles?
—Definitivamente no. Para que la educación sea inclusiva debemos contar con una escuela abierta, que no sólo se adapte a las personas con discapacidad sino también a los chicos y chicas que por distintas cuestiones enfrentan situaciones de vulnerabilidad. Para que la educación sea inclusiva, la escuela especial debe reconvertirse en Centros de Recursos Educativos que brinden apoyo a las escuelas comunes, así como brindar respuestas a aquellos niños y niñas que realmente no puedan participar porque no logran un desarrollo académico a la par de una inclusión social. Para que la educación sea inclusiva, el Estado debe invertir en apoyos, tecnologías y adecuaciones para que las infancias logren desarrollar al máximo su potencial, para capacitar a quienes ejercen la docencia y sobre todo, implementar políticas públicas que tiendan a este trabajo conjunto tan necesario entre especial y común. Todos dicen que esto es un proceso, pero mientras tanto, muchos chicos y chicas quedan excluídos de la escuela y esto ocasiona daños.
—¿Cómo podemos mejorar el abordaje que se da desde los medios de la temática relacionada con las discapacidades?
—Creo que lo primero es pensar que necesitamos saber cómo abordarlo, ser conscientes de que no da lo mismo. Generalmente los y las colegas se forman en economía, política internacional, judiciales, pero cuando hablamos de discapacidad se considera que con la voluntad alcanza y que tratar la temática termina siendo una concesión para el sector. Además, también pienso que es importante, cuando entrevistamos a alguien con discapacidad verle como personas, con sus virtudes y sus defectos. Si consideramos a las personas con discapacidad como súper héroes, heroínas o pobres víctimas de sus circunstancias, produciremos una nota muy discriminatoria.
Hacer periodismo tal vez consista en tocar temas cotidianos y hacer uso de los plurales. Hace años, se pretendía un periodismo objetivo; hoy, cada vez más personas pretenden un periodismo que entienda a la comunicación como derecho humano, que pueda reconocer que el universo se compone de otredades y que estas no necesitan ser interpretadas. Tal vez baste con no hegemonizar los espacios con una aparente “normalidad”, sino por el contrario, despojarlos de ella.
Quienes trabajamos comunicando contribuimos a la formación de la opinión y del “sentido común”. Podemos ayudar a derribar mitos y estereotipos o, por el contrario a afianzarlos y a que se reproduzca la exclusión y la discriminación. Muchas veces, incluso de manera involuntaria, se estigmatiza a través del lenguaje o del enfoque elegido para cada tema. Por eso resulta fundamental la emisión de mensajes correctos y para esto no necesitamos saberlo todo, pero sí recurrir a quienes pueden ayudarnos a hacer abordajes respetuosos e inclusivos.
Habitar todos los periodismos, pero de la mano de quienes protagonizan cada historia.
*El resaltado en negrita es propio, no del autor.