¡Nada que ocultar!

Por Loreley Flores. Foto: Noah Pellegrini.
“Mi lesbianismo es políticamente feminista porque no es sólo sexual. El feminismo me da las herramientas para intervenir políticamente como lesbiana. Es desde esta ubicación de feminista lesbiana que intervengo en los movimientos lésbico”
Ochy Curiel
La heterosexualidad y la homosexualidad no son simplemente orientaciones sexuales, sino la forma de encajar en descripciones políticas, de responder a regímenes creados para dominar y oprimir. Si no molestamos al orden establecido, tal vez no estemos cuestionando a la heterosexualidad como norma. Sentir orgullo de ser lesbiana no basta. Ser visible no basta. Es necesario, pero no basta.
Existen muchos instrumentos de opresión patriarcal como el matrimonio o la maternidad que si no son analizados, cuestionados y problematizados desde nuestra historia, desde nuestras formas de habitar el mundo y desde un lugar político de lesbianismo -no simplemente sexual- podrían terminar convirtiéndose en un nuevo lugar copado por los discursos hegemónicos y el ‘deber ser’, funcionales por completo al patriarcado opresor. Si simplemente nos quedamos en el acto de enarbolar la bandera del orgullo lésbico sin pensar en sus complejidades, estaremos convirtiéndonos en personas “cómodas” o “aceptables” dentro de un sistema que normaliza o destruye y que se va reconvirtiendo para sofocar cualquier intento de escapar de él.
La heterosexualidad como norma regula de manera desigual las relaciones, construye categorías de opresor y oprimida, trabajo productivo y reproductivo. El lesbianismo es una forma de oponer resistencia con el cuerpo, una manera entre otras de decir, no. Si logramos desglosar los elementos que están implícitos en la heterosexualidad, tal vez podamos entender que significa ser lesbiana. Hay muchas maneras de ser y sentirse lesbiana, pero desde el lesbianismo no se milita para que la heterosexualidad desaparezca o sea tomada como algo anormal, sí para que deje de tener jerarquía de normalidad o destino biológico.
La militancia de las lesbianas tiene muchas décadas en la Argentina, aunque poco conozcamos de ella. Ha habido organizaciones, militantes, publicaciones, acciones de visibilización y mucho tiempo de reflexión, debates, deconstrucción y sigue habiéndolas. Y han sido estas organizaciones y militantes quienes han logrado que se declare en nuestra ciudad y en nuestra provincia -y en unas cuantas más- al 7 de marzo como «Día de la Visibilidad Lésbica». Fue gracias a ellas y a una madre que sentía orgullo por su hija, esa que había sido asesinada “como un perro”, “con un arma de las que usan para animales”.
Nueve años sin Pepa
Pepa fue agredida el 6 de marzo de 2010. El 7 de marzo falleció víctima de lesbicidio, lesboodio. Y se habló de lesbicidio porque no la asesinaron por ser mujer, sino por ser lesbiana.
Graciela Vazquez, era la mamá de Pepa. Graciela salió con uñas y dientes a pedir justicia por Pepa y eso nos conmovió a todas, a todes. No era usual que las familias de lesbianas se “expusieran” así. Muchas prefirieron ocultar. Ella lo hizo visible, políticamente visible y si bien no acuñó el término lesbicidio, lo expuso claramente.
Pepa no encajaba en los moldes establecidos. Las categorías tal como estaban no la contenían. No podía conseguir un trabajo registrado por su expresión de género algo que, junto a la orientación sexual y la identidad de género, debiera contemplar una nueva ley antidiscriminatoria. 27 años tenía. Hacía trabajo social en su barrio, en Córdoba. Era lesbiana. Masculina. No quería que la llamaran por el nombre femenino que le habían puesto al nacer. Era simplemente “Pepa” o “Chori”.
Los derechos, una vez más, parecen no ser inherente a todes en tanto seres humanos, sino reservarse solo para aquellas personas que se mantienen dentro de lo establecido, lo “normal”.
La mataron por lesbiana, pero el motivo tiene raíz en que hay realidades que se enseñan como correctas y otras como malas, prohibidas, degeneradas. La heterosexualidad se enseña y se milita, y esto genera lugares jerárquicos que se cargan de odio, discriminación, violencias y vergüenzas.
La heterosexualidad obligatoria, como norma patriarcal, ha contribuido a la subordinación y explotación de las mujeres e identidades feminizadas y ha justificado, en muchas oportunidades, su asesinato.
La heterosexualidad no está ‘naturalmente’ más extendida que la homosexualidad, ni estamos biológicamente destinadxs a esta forma de relación, es claramente un sistema político de adoctrinamiento o ¿por qué creen que los sectores más reaccionarios y representantes de la misoginia y el machismo, como las iglesias, se oponen de manera tan brutal a la implementación de la ley de Educación Sexual Integral. Tal vez porque les resulte más provechoso mantener a las personas oprimidas en un deber ser y dominar, que contribuir a educar a personas en libertad.
En nuestro país, en los últimos años han recrudecido los ataques a personas de la diversidad y las disidencias sexuales e identitarias. Hoy no vamos a decir que no queremos más Pepas, porque sí las queremos, pero con vida.
Visibilizarse solamente no basta, pero es una decisión política a la que apostamos; decisión que posiblemente nos coloque en un lugar de marginalidad, pero también en un lugar de empoderamiento y liberación.
“El lesbianismo se ha configurado para algunas como un espacio ambivalente, de estigma por un lado, pero también como ese lugar -lugar físico, del cuerpo, pero también lugar simbólico, lugar social- en el que es posible mejorar las condiciones de existencia”
Beatríz Gimeno.