La libertad de abortar

Por Loreley Flores. Fotografía: Rulos Queers, Joaquín Martínez y Cristian Maiola.
A pocos días del debate en el Senado de la nación del proyecto de ley que despenaliza y legaliza el aborto, en nuestra ciudad miles y miles de personas se reunieron en el Monumento de la Bandera para sacar una foto histórica, donde el pañuelo verde era el protagonista.
Ese pañuelo que no es un arma, sino un emblema, una identificación que indica que quien lo lleva es una persona que defiende la vida, la libertad y los derechos plenos del resto. Un elemento que habla sin necesidad de pronunciar palabra, un signo de unidad y de alianzas. Ese pañuelo verde que pasea en carteras, mochilas, brazos y cuellos y que grita que estamos para nosotres, que hay en quien confiar.
Mientras desde el Senado, funcionarios y funcionarias juegan con nuestros derechos a la especulación, al tira y afloje, y ponen de manifiesto más que nunca que tener el poder de decidir -aunque sea transitoriamente- responde a una lógica patriarcal, donde quien puede dominar, domina; nosotras, nosotres en las calles, imprimimos otra forma de hacer política.
No fue fácil llegar hasta acá, y se lo debemos a históricas, fuertes y valientes mujeres que pusieron y siguen poniendo el cuerpo en las calles, porque es ocupando los lugares que nos han querido negar desde siempre, que hemos ido conquistando derechos. No fue fácil, pero acá estamos y no importa lo que digan ni lo que intenten negociar. Hay un camino recorrido de empoderamiento que no tiene vuelta atrás.
Nos han querido convencer de que nuestras vidas no valían, nos han querido convencer de que nuestras corporalidades y sexualidades estaban al servicio de quienes ejercen el poder y gozan de todos los derechos. Nos han querido convencer de que no tenemos capacidad, y de que somos rivales entre nosotres, nos han querido separar, nos han querido decir siempre qué, cómo y cuándo debemos, desear, sentir, pensar, hacer, abortar o parir.
Nos han querido convencer de que tenemos que pedir permiso para decidir sobre nuestros cuerpos, ellos están convencidos de eso. Porque no están en contra del aborto, sino del aborto legal. Lo que no se ve, lo que no se nota, lo que se hace como algo prohibido, sigue siendo para las iglesias y los poderes dominantes una forma muy perversa, pero eficaz de mantener el control.
El debate es mucho más profundo, no es solo el aborto legal, seguro y gratuito lo que están tratando de negarnos, hay un mensaje esclavizante que tiene que ver con la soberanía de los cuerpos y de las vidas, con la libertad, con la ciudadanía, y con que tal vez nos sintamos sujetas iguales, eso es lo que intentan impedir. Tiene que ver también con la pérdida del dominio del poder eclesiástico en el Congreso y sobre la vida de esos seres que según la biblia, no pueden hablar en público ni estar con la cabeza descubierta: nosotras.
Mientras juegan al ajedrez con nuestros derechos y proyectos, buscando maniobras para dilatar y complicar el tratamiento en la Cámara Alta, seguimos insistiendo en que el aborto es una cuestión de salud pública y que debe ser ley.
Mientras juegan a defender “las dos vidas” y nos atacan en las calles por pensar distinto, dejan morir a una mujer que llegó pidiendo atención sanitaria.
Mientras quieren posicionarse desde una ética moral y religiosa, construida para mantener el statu quo, pero que ni ellas ni ellos practican, nosotres levantamos nuestros pañuelos y volvemos a gritar: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.
Ayer, sábado de 4 de agosto, en Rosario a través de intervenciones artísticas, banderas, pañuelazos, cantos y abrazos, se les exigió a las senadoras y senadores que respeten nuestra autonomía, que dejen de imponernos sus creencias personales y que voten pensando en toda la población a la que representan: votando esta ley quienes están en desacuerdo con abortar, no tendrán que hacerlo, pero quienes decidan hacerlo -aún cuando hoy estén en contra- , no tendrán que exponerse a la muerte, a la infertilidad o a otras consecuencias a las que nos arroja el aborto ilegal. Votando positivamente, están llegislandoa favor de toda la población.
Mientras estén debatiendo en el Senado, el 8 de agosto, en distintas ciudades del mundo estarán pidiendo que el aborto sea ley en Argentina. Japón, Paraguay, Lima, Londres, Colombia, México, Bruselas, Barcelona, Chile, Uruguay, Costa Rica, Quito, Sydney y París estarán también con pañuelos verdes apoyando nuestra lucha.
Mientras estén debatiendo, paredes adentro del Senado, afuera seremos millones, tiñendo la ciudad de verde y esperando los resultados de esa votación. Estaremos ahí para oírles votar y argumentar. Estaremos ahí, como venimos estando hace años, hasta que el aborto sea legal. Porque abortar, abortamos igual.