La metamorfosis de los medios

Por Diego Carballido. Fotografía: Ana Isla.
Si nos acercamos a cualquier librería, en la sección dedicada al estudio de la comunicación, nos vamos a encontrar con decenas de autores que están tratando de analizar el complejo panorama actual, y en constante transformación, conformado por los medios de comunicación.
El sostenimiento agónico de las publicaciones en papel; el acceso a la información de las nuevas generaciones a través de las redes sociales; el sostenimiento del consumo de los medios tradicionales, como la radio y la TV, principalmente por personas adultas; la propagación de informaciones falsas a través de verdaderas operaciones virtuales de prensa a cargo de los tan temidos «troles»; la participación de los lectores a través de un feed back más cercano con los portales de noticias; y el reagrupamiento de los usuarios de acuerdo a sus intereses generando verdaderos ecosistemas ideológicos; son algunos de los aspectos que vivimos a diario en este nuevo mapa mediático, donde coexistimos aquellos que hemos transitado la era pre internet y los denominados «millennials», grupos etarios enteros que han crecido junto con la propagación de la red de redes.
En nuestro país, a este panorama de cambio permanente, debemos sumarle un contexto hostil, propiciado desde el gobierno nacional, para aquellas voces que contrarrestan las versiones oficiales de los sucesos más resonantes. El hecho de que un gobierno alimente la propagación de un discurso, a través de un puñado de medios que le son afines, no es algo nuevo. Lo peligrosamente novedoso es la desaparición paulatina de una y cada una de las voces, o emprendimientos comunicacionales, que justamente ponían en jaque ese discurso oficial.
La comunicación como un derecho fue uno de los pilares de la gestión anterior. A partir de allí, se propició una discusión, con sus bemoles, acerca de la importancia de los medios de comunicación y, sobre todo, el valor de la información. No seríamos justos, si no marcáramos que el intento de generar un mapa de medios capaz de competir con los tradicionales monopolios tuvo como talón de Aquiles la falta de proyección del sostenimiento en el tiempo de verdaderas estructuras comunicacionales que, ni bien comenzó la gestión nacional actual, comenzaron a tener problemas económicos por la falta de pauta oficial.
Hoy, vivimos una verdadera fiesta de la concentración. Los grupos que han propiciado el «cambio» en el Poder Ejecutivo se quedan casi con el 50 por ciento de la pauta oficial, como muestra el estudio realizado por los compañeros de la cooperativa lavaca.org, donde también se refleja cómo fue el comportamiento de los medios en un tema tan sensible, como fue el caso de Santiago Maldonado. Demostraron que los emprendimientos comunicacionales autogestivos, con menores recursos económicos, fueron los primeros en enviar corresponsales al lugar de los hechos, mientras que el resto se manejó con disparatadas versiones oficiales que fueron cayendo por su propio peso.
En esta sintonía, la repentina «pausa» de Horacio Verbisky en sus columnas del domingo en el Página 12, un espacio en crisis económica, fue el último de una serie de sucesos entre los que podemos recordar el despido de C5N de Víctor Hugo Morales y la salida de Roberto Navarro, solo por recordar los nombres más resonantes que concentraron las voces en disenso con el relato oficial. Si nos referimos a las condiciones laborales de los trabajadores de prensa, podemos recordar: la transformación en cooperativa, para no desaparecer, de Tiempo Argentino; la situación precaria de los trabajadores en Radio Del Plata, un caso curioso por tener un alto nivel de audiencia a partir de la asunción de Cambiemos; el cierre de la Agencia DyN que provocó la realización de un «camarazo» a nivel nacional; los despidos en la TV Pública o la preocupante situación de Radio Rivadavia. El sindicato de prensa de Buenos Aires contabiliza, solo durante 2016, la desaparición de casi 1300 puestos de trabajos, lo cual obligó a presentar durante este año un proyecto de ley que declare la emergencia laboral en los medios de comunicación.
Para comprender en detalle este complejo entramado de cierres y despidos, vale apoyarnos en un completo informe realizado por una de las voces más autorizadas en materia de medios de comunicación, Martín Becerra, quien desde su blog personal plantean que: «Los medios bailan en el Titanic».
Si nos alejamos de las luces de la Capital, el panorama no es tan distinto. Recordemos los despidos realizados en Radio Nacional Rosario o el apriete sufrido, al aire, por una de las trabajadoras en la repetidora de la ciudad de Córdoba. Las medidas de fuerzas en la histórica radio LT3 o el titánico esfuerzo llevado adelante por la cooperativa La Cigarra por sostener el diario El Ciudadano.
Los medios están sufriendo una mutación, y es un fenómeno que podríamos enmarcar a nivel mundial, por la injerencia cada vez mayor de las redes sociales, las plataformas audiovisuales de libre demanda de contenido o los portales de noticias que incorporan recursos, convirtiéndose en verdaderas plataformas transmedias. Pero, en nuestro país, se le adosa una precarización laboral producto de malas gestiones empresariales y de un claro cercenamiento de la libertad de expresión de aquellas voces que generan un disenso en el relato oficial.
La información sigue siendo un recurso valioso, y el acceso a través de entornos más reticentes a los controles, como es la web, tomará cada vez mayor protagonismo. Sin embargo, es cierto que dicho acceso requerirá de un esfuerzo mayor de parte de ustedes, los lectores, para no ser víctimas de los kilos y kilos de «pescado podrido» que andarán flotando por ahí, libres en la red. Son momentos en donde toman cada vez más relevancia aquellas propuestas que mantienen una línea de coherencia y una relación responsable con la información.