“Tenemos la intención de que a nuestro teatro lo vea todo el mundo”

Por Candela Ramírez. Fotografía: Julián Miconi.
Carla y Marina se conocieron en 2004 en la Escuela Provincial de Teatro y Títeres, en la carrera de Actuación. Durante aquellos años, sin embargo, no les tocó hacer ni una escena juntas. Carla es de Pergamino y vino a Rosario en el ’99 para estudiar Biotecnología. «Esto es maravilloso, esperá que no termina ahí», dice ‘Maru’. Luego, Carla estudió cinco años de Medicina hasta que se anotó en Actuación, pero desde que empezó teatro nunca lo abandonó. Hoy, trabaja como dramaturga y directora. Marina, en cambio, es rosarina y empezó teatro a los 15, sin embargo, cuando terminó la secundaria se anotó en la carrera de Psicología, como su mamá y su hermana mayor. «¿Por qué no estudiás teatro?» le dijo una amiga, en un momento de crisis que estaba atravesando con la carrera. Así empezó, y hasta que se recibió como psicóloga no se dedicó de lleno a su carrera como actriz y directora: «Me recibí para hacer teatro», dice entre risas.
«Seguramente todo esto que estudiaron antes les dio algunas herramientas para poder hacer teatro ahora, ¿no?», les digo cuando me cuentan estos caminos que fueron recorriendo. «En el teatro te sirve vivir», responde Maru y Carla dice: «Paaa, mirá la frase que tiró.» «Esa, anotala», sigue Marina. Así se desenvuelven a lo largo de toda la charla: riendo, compartiendo puntos de vista, escuchándose con atención y completándose las frases entre ellas. Carla Saccani y Marina Lorenzo trabajan juntas desde el 2011 y desde entonces, son más que colegas, son compañeras de trabajo y amigas.
«Amarás a tu padre por sobre todas las cosas», fue el primer proyecto que las juntó. Arrancaron en 2011, cuando Carla convocó a Marina, María Florencia Sanfilippo y Vanesa Baccelliere. Empezaron a improvisar, mientras Carla fue escribiendo el texto. El estreno fue en 2013 y este año se volvió a poner en cartelera.
En 2014, se propusieron un nuevo desafío: el Laboratorio Teatral Saccani Lorenzo. Un espacio de formación e investigación. Las dos ya trabajaban dando clases, pero muchas veces en espacios donde el teatro formaba parte de una currícula obligatoria. En cambio, tenían ganas de empezar un proyecto donde las personas se acercaran al teatro por un deseo, un interés personal. Cuentan que el Laboratorio es, también para ellas, un lugar donde desarrollar su actividad artística. «Un espacio de investigación», señalan e indican que allí ponen el centro de su actividad artística, pensando en qué quieren contar, cómo trabajar lo que quieren cuestionar y cómo volver la mirada sobre el espectador.
Carla y Maru venían teniendo charlas acerca de la teatralidad, el arte y la política. ¿Cómo se narra a Rosario en las ficciones? Éste fue uno de los interrogantes que tuvieron presente cuando estrenaron «Amarás» y luego, cuando decidieron largar el Laboratorio. «A Rosario se la narraba desde algunos estereotipos. Hay mucho más para contar; es una sociedad mucho más compleja política y socialmente», plantea Carla. Sobre esta premisa decidieron trabajar las improvisaciones en el taller.
«Tratamos de transmitir una manera de laburar: generar autonomía en el otro, no pensarlo como alguien a quien yo le enseño a actuar», cuenta Maru y agrega: «Nosotras no somos solo actrices ni solo directoras. Fuimos pasando por muchos roles y tenemos como característica estar muy ligadas a la producción, tenerla más afilada y agitarla. Eso es algo que trabajamos en el Laboratorio. Nos gustaría que en algún momento sea una usina de producciones».
En la movida teatral local, estas dos mujeres se encontraron para crear juntas. En «Amarás», el elenco está conformado por tres mujeres y en «Octaedro» -la primera obra que surgió en el Laboratorio y que estrenó este año- «las mujeres son las que tejen la trama», cuenta Carla.
—¿Qué mujeres les gusta narrar e interpretar?
—Carla: Estoy en un proceso fuerte de volverme feminista, de desarrollar mi propio feminismo. Me gusta mucho esa idea de que cada mujer representa o presenta un feminismo diferente. En lo que más estoy tratando de desplegarme, en mi existencia, es en construir la autonomía del discurso de cada mujer, la autoría del discurso de cada mujer: que las mujeres contemos el mundo. Ya fue un ejercicio feminista «Amarás», lo es de nuevo «Octaedro», porque ahí se ve que claramente que son todas minas, los personajes femeninos son muy interesadas por el poder. Las que tejen la trama son las mujeres, aunque hay muchos personajes masculinos. Me interesa poner las contradicciones de la mujer, no me gusta que el volverme feminista me lleve a poner a la mujer en el papel de «la buena». No me interesa narrar eso. El ejercicio pleno del feminismo es decir que la mujer tiene derecho a ser la mala de la película o la contradictoria de la película. Me parece que en las ficciones, cuando se pone a la mujer como la víctima heroica, a la que hay que salvar de la opresión masculina, estamos beneficiando al patriarcado más que haciendo un ejercicio de autonomía. El principal ejercicio feminista es que la autoría de una obra, la dirección de una obra, la conducción de un equipo de trabajo sea hecho por mujeres, como hacemos nosotras dos.
—Maru: Una tiene una cierta posición en relación a algunas cuestiones, pero la bajada de línea es esto que decía Carla. No es poner a la mujer de esa forma, sino en contradicción en la trama. Porque también sería hipócrita pensar que yo no tengo contradicciones en relación al feminismo y a las mujeres que me rodean, donde hay cuestiones machistas muy fuertes. Lo pienso en mí y en esas mujeres. Me parece más interesante poner a las mujeres en sus contradicciones.
—Carla: Hay distintas maneras en que se expresa la sororidad. A veces, se da por la interpelación, la discusión; sacar a la otra del enceguecimiento que tiene. Es un ejercicio político la sororidad, no es solo acompañar y estar juntas. Es interpelarse, pasarse lecturas, negociar con la clase dominante que son los varones. Son muchas cosas.
—Maru: Quizás vos, lo que ponés en escena, no es a las mujeres ayudándose, sino también exponer cuando no se están apoyando. No es panfletario lo que hacemos. Pensamos que el teatro es político, pero no panfletario. Nos gusta que cuando el espectador lo vea, dude: ¿es feminista o no? ¿Es facha la que lo escribió? ¿Es machista?
—Carla: Nos gusta llevarlo al extremo, que no quede tan claro, porque es muy fácil producir una ficción y resguardar mucho la postura del autor. Es muy fácil que quede claro que una persona piensa absolutamente de una manera. Cuando uno pone en escena a los personajes también pone al director y al autor de manera transversal. El espectador no es ingenuo, también viene a ver cómo piensa ese autor y director, y nos gusta exponernos ahí. Que entren en duda.
—Maru: Es un teatro sin moraleja. Intentamos que los espectadores salgan un poco más confundidos.
«Nuestra manera de pensar es actuando»
Algo subyace en cada respuesta y cada relato sobre su modo de trabajo: cómo pensar la ciudad y cómo llevar esto a sus obras artísticas. En este sentido, Carla sostiene: «¿Por qué Rosario es interesante para ponerla como laboratorio de experimentación? Se dio algo muy particular, y es que la ciudad de Rosario está gobernada por un signo político diferente al resto del país, lo que genera muchas cosas positivas y muchas cosas negativas. Al tener un gobierno socialista, hay como una naturalización del pensamiento progresista. Eso lleva, en muchos sectores, sobre todo en los que nos movemos a que, por un lado muchas cosas que están buenas estén naturalizadas, pero por otro lado hay como una práctica más común hacia la hipocresía. Entonces, ese caldo puede poner en tensión cosas muy interesantes». «En Pergamino y en otras partes del país, no pasa. Hay una naturalización del pensamiento progresista. Una manera de entender lo políticamente correcto en muchos ámbitos. Acá hay una opción intermedia entre el blanco y negro, es para exprimirlo», agrega.
¿Dónde aparecen estas ideas, estas maneras de presentar sus ficciones? En las improvisaciones. Tanto las que hacían en la génesis de «Amarás», como en las que realizan en el Laboratorio que ya tiene una obra en función -«Octaedro»- y está preparando la segunda para el año que viene. «Nuestra manera de pensar es actuando», señala Marina y agrega: «Cuando estás improvisando, ahí es cuando se te ocurren las ideas».
En este sentido, Carla plantea: «No es que armamos un discurso en común, no lo necesitamos porque el arte justamente permite otras posibilidades. No es que el Laboratorio concibe a Rosario de una determinada manera. No funciona así, no es así la dinámica. Simplemente se trata de advertir ciertas complejidades y particularidades que nos resultan potencialmente muy interesantes para narrar e interpelar, así es que aparecen discursos encontrados. Eso lo permite el teatro y sobre todo la dramaturgia: poner a dialogar dos pensamientos diferentes, tener la posibilidad de poner a discutir dos formas distintas de ver las cosas y sin tener que llegar a una síntesis o a una conclusión determinada, simplemente poniendo las contradicciones y los acentos de cada postura».
«Para nosotras es fundamental trabajar con nuestros prejuicios y con los de los demás. Nuestros prejuicios son el mayor motor para empezar a hablar. Partimos de ahí», cuenta Maru y Carla agrega: «El prejuicio se empieza a volver una parodia, de ahí al esperpento y se rompe, y cuando se rompe el prejuicio aparecen cosas maravillosas».
«No nos da lo mismo que haya gente o no dentro del teatro»
«Nos gusta ver la sala llena», enfatizan las dos.»Tenemos la intención de que a nuestro teatro lo vea a todo el mundo. Esto también implica cómo pensar la obra en sí y todo lo que viene por fuera que tiene que ver con la producción. Profesionalizar ciertas cuestiones que antes quedaban más al azar, como la escenografía y el aparato de difusión. Pensar cada proyecto más como una mini empresa. Algo de lo que nosotras queríamos escaparnos tiene que ver con hacer teatro para los teatreros. No nos da lo mismo que haya gente o no dentro del teatro, es una posición. Hay personas que dicen ‘actúo igual para dos que para ochenta’. No, no, a nosotras nos gusta ver la sala llena y que la gente vaya a ver teatro», reafirma Marina.
«No es que porque a uno le guste el público va a tinellizar la teatralidad. No, exactamente lo contrario. Venimos de una tradición teatral en Rosario, donde muchas veces para no tinellizar se trabajaba muy en contra del espectador. Se dejaba en claro que había cosas en las que el espectador iba a estar fuera de eso, que había cosas que no iba a entender y de las que no iba a participar porque para participar tenía que ser parte de la comunidad teatrera. Fuimos a trabajar en esa vía. En ese territorio donde no es una síntesis de las posturas, sino otra cosa. Para que el otro sea interpelado», argumenta Carla y Marina agrega: «El espectador no puede sentirse expulsado. Lo peor que podés hacerle al espectador es hacerlo sentir un pelotudo». «Un espectador nuevo que venga a ver nuestras obras, para mí, es ‘les ganamos la batalla cultural’, ese nivel», sintetiza Carla.
Marina tiene 33 y Carla 37, ambas artistas consideran que están pensando la ciudad desde su generación y que eso, inevitablemente, llevó a que el grueso de su público sea de una franja joven. Se trata de textos largos, donde hay mucha velocidad de información, teñido de «un humor ácido» que es buscado todo el tiempo. «Hay un cierto desparpajo en reírse de algunas cosas o hablar de cierta manera», señala Marina. A tono con ella, Carla cuenta: «Ponemos el foco en algunos detalles o nimiedades, y pasamos cinco escenas hablando de eso. No quiere decir que las generaciones anteriores no sean transgresoras, pero pusieron la transgresión en otro lugar y a lo mejor, en nuestras obras, está muy enfocado esto de desarmar los prejuicios. No se trata de reírse de cualquier cosa pero el límite lo ponemos nosotras».
En septiembre, «Octaedro» se presenta todos los sábados a las 20.30 h en Caras y Caretas -Corrientes 1518- y «Amarás a tu padre por sobre todas las cosas» todos los domingos a las 20 h en el Teatro La Manzana -San Juan 1950-.