Ante tanta vergüenza, orgullo

Por Loreley Flores. Fotografías: Nadim Abraham y Julián Miconi.
Como cada 28 de Junio, hablamos de Stonewall, de lo que sucedió en 1969 en ese bar de Nueva York. Hablamos de poner el cuerpo, de pararse ante la sociedad de otra manera. Hablamos de momentos de inflexión, de cuando algo se rompe a fuerza de militancia o de hartazgo generalizado.
Cada 28 de junio, mencionamos los disturbios y la represión, también las versiones policiales y a la gente sosteniéndose, apoyándose, resistiendo. Mencionamos a las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans y sus movimientos, sus alianzas; esas que duran instantes y provocan que de repente las cosas estén en otro estadío y las otras, las que se mantienen durante años y logran correr los límites impuestos social, cultural y religiosamente.
Y la militancia continuó y se fue sosteniendo como pudo, a veces a corazón abierto y otras con las caras tapadas. No sabremos nunca si eran valientes o si simplemente se animaron, pero lo que sí sabemos es que los derechos se conquistan disputándolos y hay quienes dejaron la vida en esto.
En la actualidad, en más de 70 países se condena a la homosexualidad, y en 7 de ellos con pena de muerte. En países como el nuestro, con leyes de avanzada como la ley 26618 de Matrimonio Civil -o Matrimonio Igualitario- o la Ley de Identidad de Género -26743- las personas trans aún caminan con miedo por la calle, porque hay violencias que son consentidas, toleradas y justificadas; porque hay travesticidios que no fueron esclarecidos. Las personas gays tampoco circulan tranquilas porque pueden ser sometidas a golpizas y amenazas; y las lesbianas, a violaciones correctivas y que la Justicia las y los encarcele por defenderse. En países como el nuestro, mucha gente aún sostiene que no ser heterosexual es inmoral y que eso debe ser escondido, negado y censurado.
En el marco del Día del Orgullo LGBT, Sin Cerco conversó con Jackeline Romero, referente trans de la ciudad de Rosario y presidenta de la Red Diversa Positiva: «En estos días, me replanteaba la palabra orgullo a partir de todo lo que está pasando. Pensaba en el muchacho que se suicidó esta semana en Rosario y me preguntaba ¿dónde está el orgullo si vamos en retroceso? En Stonewall, un grupo de personas tuvo que valerse de orgullo para luchar, después en nuestro país hubo momentos en que este día fue de fiesta, pero hoy, la palabra quedó muy atrás. Cada vez hay más travesticidios, crímenes de odio, lesbianas presas por defenderse de violaciones correctivas y creo que eso no es un orgullo. Hay que darle otro contexto y reclamar lo que necesitamos: derechos reales, inclusión participativa, cosas concretas para nuestras comunidad que hoy nos faltan y eso no es motivo para alegrarse, la palabra orgullo está en un contexto bastante lastimoso. Quiero el orgullo para vivir este día con libertad, nunca tuvimos libertad real para elegir».
Una sociedad que nos educa para la vergüenza
Argentina tiene la ley de Educación Sexual Integral -26150- como herramienta para trabajar las diversidades en todos sus sentidos y ayudar a niñas, niños y adolescentes a pensarse con libertad. Esta ley no se implementa ni se aplica y las bajadas de línea siguen siendo estigmatizantes y binarias. Vivimos en una sociedad que se siente cómoda con la heterosexualidad y así cría y crea a quienes la integran, valiéndose de herramientas de control y coerción como el bien y el mal, el cielo y el infierno, la procreación y el pecado, la vergüenza y la perversidad.
Desde la más tierna infancia, se establecen roles y juegos de nenes y de nenas -simplemente, dos opciones- rosa o celeste, mamá o papá. La novia y el novio, la pelota y la muñeca, la que levanta la mesa con mamá y el que mira el partido con papá, la que ama incondicionalmente, el que se relaciona con puños apretados. Simple. Sin vueltas. Sin opciones. Si tiene pene, macho y si tiene bulba, princesa; y quien quiera salirse de esos moldes o lugares preestablecidos pagará por ello.
Jackeline piensa en qué le diría a ese sector de la sociedad que siente -de forma altruista- que incluye a la diferencia: «Tomen una actitud real y honesta, no se ocupen de la diversidad únicamente cuando les rinde como negocio, miren nuestras necesidades reales y nuestros dolores. Quiero que nos vean simplemente como personas, como sujetos y sujetas políticas y con derechos. No pido aceptación, porque no necesito que nadie me acepte, sí que me respeten. Que respeten mi identidad, mis decisiones y mi ser como ser humano».
Con toda la furia trava
Florencia Guimaraes García, que se describe a sí misma como activista travesti en descolonización, sobreviviente de prostitución, fotógrafa, abolicionista y comunista, milita en la provincia de Buenos Aires y en dialogo con Sin Cerco decía: «Hoy, resignificarte travesti es un acto de lucha, un acto de combate, sobre todo en los tiempos en que estamos viviendo, donde el fascismo y el patriarcado pretenden ocultar nuestras identidades travestis y trans».
En Buenos Aires, están convocando a marchar en contra de los travesticidios, será la Segunda Marcha Nacional, que partirá desde la Plaza de Mayo a las 18. Las consignas son: ¡Basta de travesticios! ¡Justicia por Diana Sacayán!
Y cuando hablan de travesticios, no hablan solo de los asesinatos que se hacen con un arma, hablan del genocidio travesti-trans que las ubica con una expectativa de vida de 35 años, del abandono de una sociedad que las ignora, de un Estado ausente y de la naturalización de que las personas trans tienen que trabajar en las calles, ejerciendo la prostitución; porque para ellas no se presenta como una opción, sino muchas veces como la única salida.
Convocan a la marcha a todas las personas que sientan que ésto es injusto: amistades, familiares, vecinas y vecinos. «Somos orgullosamente travestis», dice Florencia.
El orgullo como respuesta
«En este momento, lo más importante es no ignorar el contexto», dice Fabiana Fernández, antropóloga, integrante de La Mesa de las Tortas. «No ignorar lo que nos toca como tortas en Rosario, a nivel provincia, a nivel país. Todavía hay países donde la homosexualidad está penada y donde la opresión que se ejerce contra mujeres es la misma que nos toca vivir acá. ¿Cómo ignorar lo que nos hace el capitalismo en término de relaciones, de vínculos, en cómo nos constituimos como personas y cómo moldea nuestra identidad? Conmemorar el Día del Orgullo tratando de estar un poco más allá de la normalización y de las expresiones capitalistas como el World Pride, y no ignorando que las opresiones que sufrimos respecto de las identidades sexuales y de género son las mismas que sufren otros grupos, con los que debemos solidarizarnos y aunarnos, como lesbianas es algo que nos urge. Pero más allá de todas las críticas que podamos hacer, es un buen día para repensarnos, expresarnos, visibilizarnos, reafirmanos y abrazarnos. Encontrémonos, tomemos algo y sepamos que estamos, que somos los, las y les que estamos».
En momentos donde todo en materia de derechos ha sufrido retrocesos, el orgullo desde la identidades y desde las sexualidades se constituye en un mensaje claro del ejercicio de esos derechos. Hay luchas que se han ganado y otras tantas que no, pareciera que la sociedad ha cambiado, que por fin ha comprendido que hay otros mundos igual de posibles, pero rápidamente se repite la pregunta a una niña acerca de si tiene novio, o a una mujer por su marido o se les pide a dos mujeres que se besan que no lo hagan más, entre muchos ejemplos ciertos que podemos dar.
No siempre es amor
A veces el Orgullo es alegría, otras veces es pedido de justicia. A veces es militancia y otras el acto más profundo de identidad. A veces es grito, colores, abrazos, plumas, montajes, lágrimas, contención, ayuda. A veces es familia y otras no. Casi siempre es lucha. A veces es sexualidad, identidad, genitalidad, amistad, constancia. A veces es empatía, atracción, calentura. A veces es amor y a veces, no.
Día Internacional del Orgullo de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans.