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Rodolfo Walsh, ¡presente!




Por Irene Correa y Candela Ramírez.


“Lo primero que me acude a la memoria es la frase de un poeta guerrillero checo, al que mataron los nazis, que dejó escrito: 'Recuérdenme siempre en nombre de la alegría'”


(Semblanza escrita en ocasión de la muerte de Paco Urondo)


Rodolfo Walsh nació en Choele Choel, en la provincia de Río Negro el 9 de enero de 1927. En 1941 se mudó a Buenos Aires para cursar sus estudios secundarios a cargo de curas de una congregación irlandesa. Esta experiencia le sirvió para ambientar tres de sus cuentos: “Irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres” y “Un oscuro día de justicia”. Así comenzó a formarse un fuerte vínculo entre las experiencias personales, sociales y políticas de Walsh y sus obras que continuó hasta su desaparición el 25 de marzo de 1977.

Walsh tenía menos de 20 años cuando comenzó a trabajar como corrector en la editorial Hachette y al poco tiempo comenzó a dar sus pasos por el periodismo publicando artículos y cuentos en distintos medios. “Hay un fusilado que vive”, escuchó a fines del '56. Esta declaración daría origen a una de sus investigaciones más importantes: "Operación masacre". Se enteró , entonces, de la existencia de Juan Carlos Livraga, un sobreviviente de los fusilamientos clandestinos de José León Suarez. Desde su publicación, se volvió una de las obras periodísticas de mayor trascendencia en nuestro país, fundando lo que se conoce como género novela no-ficción.

Antes de publicar la obra completa, Walsh fue publicando una suerte de embrión de su investigación mayor. Hasta entonces, el periodista se ubicaba dentro de un campo intelectual que recelaba del peronismo y reivindicaba la llamada "Revolución Libertadora". Artículos que resaltaban con admiración a integrantes de las Fuerzas Armadas que habían llevado adelante el golpe del 55 se inscriben en el historial de Walsh. Sin embargo, su encuentro con "el fusilado que vive" torcería para siempre su camino político y, por ende también, el periodístico.

En estas notas preliminares, se empieza a hacer presente el compromiso ético de Walsh con la profesión y con el tiempo que lo tocaba vivir. "Creemos que la opinión pública debe permanecer informada, estamos convencidos de que cumplimos con nuestro deber (...) Por eso, con toda la crudeza necesaria cumplimos con nuestro deber de informar, y aclaramos nuestra espera en la justicia, de la que aguardamos su palabra final", relata en uno de esos textos, en sintonía con su último artículo la "Carta abierta de un escritor a la junta militar" donde termina diciendo: "Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".

Sus trabajos periodísticos recorrieron distintas temáticas y aristas, pero a lo largo de su obra se puede ver una interlocución con las instituciones de su época y personajes de la política general y la vida cultural. Al mismo tiempo, a medida que pasaba el tiempo, se fue interesando cada vez más por historias "pequeñas" que daban cuenta de un panorama más amplio. Historias personales marcadas por la impronta del momento histórico.

Hasta 1957, Walsh prácticamente no tuvo vínculo con grupos políticos, pero en  1959 viajó a Cuba, donde se fundó la agencia Prensa Latina y de la cual pasó a formar parte. El periodista argentino Jorge Ricardo Masetti fue su primer director general y entre los reporteros que trabajaron allí se encontraron Rogelio García Lupo, Carlos María Gutiérrez y Gabriel García Márquez. De regreso a Argentina, trabajó en la revista Panorama y años después, durante la dictadura de Onganía, fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970 hasta que su publicación se volvió clandestina. A partir de 1968, se consolida el vínculo entre la literatura y política iniciado en "Operación Masacre": en 1969 publicó “¿Quién mató a Rosendo?” una investigación sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García.

Ya en los '70, Walsh comenzó a relacionarse estrechamente con sectores del peronismo. En 1972 escribió durante un año en el Semanario Villero y a partir de 1973 en el diario Noticias junto a su compañero Paco Urondo. En 1973 ingresó a Montoneros y ese mismo año publicó el relato “Un oscuro día de justicia”, con una entrevista realizada por Ricardo Piglia como prólogo, en el que exponía su convicción de que la escritura no puede desvincularse de la militancia política. Desde entonces, Walsh se dedicó plenamente a la actividad periodística y la militancia. Un año después comenzaron sus diferencias con la dirigencia del movimiento a partir de la decisión de pasar a la clandestinidad.

El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado a cargo de las tres fuerzas armadas derrocaron a Estela Martínez imponiendo lo que llamaron Proceso de Reorganización Nacional. La Junta Militar, que contó con el apoyo de los grupos económicos más importantes, aplicó una política de terror:  intervino los sindicatos; censuró los medios de comunicación; secuestró, torturó y desapareció, en más de 600 centros clandestinos de detención, a una generación comprometida políticamente con un proyecto de país inclusivo; prohibió toda forma de organización; e implantó una política económica de miseria planificada. Como respuesta a la censura, tres meses después Walsh propuso a Montoneros la creación de la Agencia de Noticias Clandestina -ANCLA-, un medio alternativo para denunciar el día a día de la represión.

"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".

Lo personal es político y Walsh supo traducirlo en su escritura aún en los momentos más duros. En 1976 Walsh debió pasar a la clandestinidad y enfrentarse a dos pérdidas por demás de significativas. El 17 de junio de 1976, su amigo, el militante y poeta Paco Urondo fue asesinado en Mendoza. “(...) Llegaste a los cuarenta años con la pasta de los grandes escritores, que no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir. El problema para un tipo como vos y un tiempo como éste, es que cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la miseria, la injusticia, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir (…) Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada. Lo que era tuyo era fruto de tu esfuerzo, pero igual lo consideraste un privilegio y lo fuiste regalando con una sonrisa. (…)”, escribió Walsh en la Semblanza escrita en ocasión de la muerte de Paco Urondo.

El 29 de septiembre, su hija María Victoria, cuyo nombre de guerra era Hilda, murió en un enfrentamiento con el Ejército, conocido como el Combate de la calle Corro. Acababa de cumplir 26 años y tenía una pequeña hija con su compañero Emiliano Costa que estaba detenido. Al verse rodeada y sin posibilidad de escape, en la terraza de su casa, ella y Alberto Molina levantaron los brazos y tras un breve discurso que terminó con la frase “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”, se dispararon en la sien.  Walsh escribió “Carta a Vicki”: “Sí, tuve miedo por vos, como vos tuviste miedo por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más. No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía. 5/10. Hablé con tu mamá. Está orgullosa en su dolor, segura de haber entendido tu corta, dura, maravillosa vida. Anoche tuve una pesadilla torrencial, en la que había una columna de fuego, poderosa pero contenida en sus límites, que brotaba de alguna profundidad”. Tres meses después escribió “Carta a mis amigos”: “(....) Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. El último año de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda gratificación individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, solo su sonrisa se volvía un poco más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad. (…)  En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella. Esto es lo que quería decirle a mis amigos y lo que desearían que ellos transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte”.

El 24 de marzo de 1977, al cumplirse el primer aniversario de la dictadura cívico militar clerical, Walsh escribió la "Carta abierta de un escritor a la Junta Militar" en la que denunciaba tanto los crímenes de secuestro y desaparición de personas como las políticas económicas aplicadas por José Alfreddo Martínez de Hoz, que incrementaban la desocupación, la pobreza y destruían la industria nacional. Al día siguiente, hace exactamente 40 años, luego de enviar por correo las primeras copias, Walsh fue emboscado y secuestrado. Hasta ese momento, aunque no había vuelto a publicar ficción, Walsh siguió escribiendo relatos como “Juan se iba por el río”. El día de su secuestro su casa fue allanada y sus documentos y escritos inéditos como el nombrado fueron secuestrados por las Fuerzas Armadas y no pudieron ser recuperados. Rodolfo Walsh permanece desaparecido.

Su obsesión por la rigurosidad, su concentración, su narración historiográfica, su compromiso, claridad y honestidad intelectual hacen que hoy lo recordemos como uno de los mejores ejemplos en nuestro campo laboral, el periodismo.
Post date: 2017-03-26 10:00:14
Post date GMT: 2017-03-26 10:00:14

Post modified date: 2018-02-02 16:39:57
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